A horas de una nueva manifestación en el Congreso de la Nación en defensa de los jubilados, las redes sociales se convirtieron en un hervidero de mensajes cargados de violencia y provocación.
Referentes libertarios y cuentas anónimas vinculadas al oficialismo comenzaron a caldear el ambiente con publicaciones que incitan a la represión, alentando el uso de la fuerza contra los ciudadanos que planean protestar contra el ajuste.
Lejos de buscar una respuesta democrática a la creciente indignación social, estos sectores apelan al recurso preferido de la derecha más reaccionaria: la criminalización de la protesta y el deseo de mano dura.
La estrategia es clara: presentar a los manifestantes como enemigos del orden y de la “gente de bien”, desestabilizadores o simples “orcos”, una de las descalificaciones predilectas del presidente Javier Milei (y del ex presidente Mauricio Macri) para referirse a quienes se oponen a sus políticas.
El antecedente inmediato de la marcha del miércoles pasado, cuando una multitud de hinchas de fútbol se sumó al reclamo de los jubilados y fue duramente reprimida, parece haber servido de inspiración para estos sectores que anhelan que el despliegue represivo sea aún mayor.
Lejos de condenar la violencia estatal, los libertarios celebran el accionar policial y lo promueven con entusiasmo.
La exaltación de la represión en redes
Desde hace 24 horas, se multiplicaron los posteos de usuarios libertarios difundiendo imágenes de carros hidrantes y efectivos policiales armados hasta los dientes. Los mensajes que acompañan estas imágenes no dejan margen de duda: la intención es envalentonar a las fuerzas de seguridad y justificar de antemano cualquier exceso en la represión.
Un abogado y tuitero afín al oficialismo compartió una imagen de un carro hidrante con la frase:
“Tranquila, preciosa. Falta un día nomás.”
Otro usuario, con tono de regocijo, agregó:
“Cómo se debe divertir el tipo que va adentro mojando a los orcos descerebrados. El mejor trabajo del mundo.”
Las referencias deshumanizantes no se detienen ahí. Un tuit con la foto de policías fuertemente equipados rezaba:
“Mañana los quiero así recontra manijas.”
El sadismo llega a niveles preocupantes en otros comentarios que sugieren formas “creativas” de castigo para los manifestantes:
- “Vengan zurdos, que esta cosita preciosa al menos les va a sacar el olor a orto de un buen chorrazo.”
- “Hay que cambiar el agua por pintura azul para poder identificarlos después.”
- “Con champú, así se bañan de paso los manifestantes.”
- “Se le puede mezclar bolitas de rulemanes al agua?”
- “Estaría maravilloso que la carguen con tinta indeleble color pitufo, así durante meses sabemos quiénes son los hdp que nos rodean.”
Este discurso de odio no es casual ni aislado. Se alinea con la narrativa oficial que Milei y sus seguidores instalaron desde el comienzo de su gobierno: cualquier disidencia es presentada como un acto criminal que merece ser castigado con brutalidad.
La protesta social es vista como una afrenta al orden, y sus participantes, como enemigos de la patria.
Un gobierno que alienta la violencia
La difusión masiva de este tipo de mensajes es una demostración del nivel de violencia verbal que impera en redes sociales, y demuestra también una peligrosa escalada en el uso de la represión como herramienta de disciplinamiento social.
La semana pasada, la respuesta del gobierno a la movilización de hinchas y jubilados dejó en claro que no hay intención de negociar ni escuchar los reclamos: la única respuesta que ofrece la administración libertaria es el garrote.
Lo que se observa ahora es un intento de repetir la escena, pero con una represión aún más feroz. Y lo más preocupante es que no se trata solo de la exaltación de la violencia desde cuentas anónimas, sino de una actitud que es alentada por figuras cercanas al gobierno.
Si algo queda claro en este escenario es que la marcha de este miércoles no solo será una nueva demostración del rechazo popular al ajuste de Milei, sino también un termómetro del nivel de brutalidad que el gobierno está dispuesto a desplegar para sostenerse.
En redes, los libertarios ya tomaron partido: quieren sangre.