El debate sobre la eliminación de los playeros en las estaciones de servicio se intensifica en las redes sociales, con algunas voces de libertarios que defienden el autodespacho de combustible como una solución eficiente y económica.
Sin embargo, detrás de estos argumentos se esconde una lógica que, si bien parece apelativa en términos de mercado y eficiencia, deja de lado una realidad mucho más humana y compleja.
El usuario libertario de X, “Milton Friedom5”, es uno de los más vehementes defensores de esta medida. En su comparación entre dos grupos de trabajadores, sugiere que, en lugar de pagar sueldos a quienes desempeñan tareas que considera “improductivas” –como los playeros–, lo más adecuado sería eliminar esos trabajos y permitir que las personas se dediquen a “hacer crecer el PBI”.
De esta manera, plantea que el progreso solo se logra mediante la eliminación de todo lo que no sea estrictamente necesario para la creación de riqueza. Una visión interesante, que quizás suene lógica en el papel, pero que deja fuera algo esencial: las vidas de las personas no pueden reducirse a simples estadísticas de crecimiento económico.
ESTACIONES DE SERVICIO SIN ‘SERVICIO’
El razonamiento invita a pensar que la eliminación de ciertos trabajos no solo beneficia al mercado, sino que, de alguna manera, hace que todos avancemos más rápido. Supongamos que fuera así…¿a qué costo? Si los trabajos en las estaciones de servicio, como el de los playeros, se consideran innecesarios, ¿acaso no es cierto que también se está borrando de un plumazo la dignidad de quienes dependen de esos empleos para vivir?
En esta misma línea, la usuaria libertaria “Pao”, menciona que en países como Italia, donde se permite el autoservicio, el combustible es más barato. Una propuesta que en principio parece lógica, pero que no tiene en cuenta las implicancias de una desregulación en el mercado laboral argentino.
Al centrarse únicamente en el precio del combustible, se omite la cuestión fundamental: ¿quiénes son los que pagan el precio de esa “eficiencia”? ¿Los empresarios argentinos bajarán precios por ahorrarse sueldos de playeros?. Y, sobre todo, ¿qué ocurre con las personas que ven desaparecer su fuente de ingresos sin que su bienestar sea siquiera considerado?
Por otro lado, hay quienes, como “Juan Landa” y “Luis”, defienden la medida desde un punto de vista más personal, buscando evitar cualquier tipo de interacción humana. La idea de no tener que esperar a que un playero atienda el auto parece ser un sueño hecho realidad para algunos.
Pero, en este caso, la comodidad personal se plantea como un valor más importante que el respeto por el trabajo ajeno.
La preferencia por no interactuar con nadie sugiere que las relaciones laborales y humanas son un estorbo, una molestia que se puede evitar en aras de una mayor “eficiencia”.
Sin duda, esta mirada se aleja de una concepción de la sociedad como un espacio donde la cooperación y la solidaridad son clave.
SIN “COMBUSTIBLE” ESPIRITUAL
Finalmente, otro libertario apodado “Tango”, en su tuit, critica el tiempo que se pierde esperando a que los playeros atiendan a los autos.
Según él, el autoservicio resolvería esta “ineficiencia”. Sin embargo, en su afán por eliminar el tiempo de espera, parece pasar por alto el hecho de que, para muchos, esos “tiempos perdidos” son la oportunidad de trabajar y ganarse la vida.
La queja por la lentitud de los empleados omite la realidad de miles de trabajadores cuyo esfuerzo diario es, precisamente, el que garantiza que el servicio funcione.
YO, YO, Y YO
Lo que subyace a muchos de estos argumentos es una falta de empatía y un enfoque exclusivo en la eficiencia económica e individualismo.
Según sus argumentos, la desregulación puede traer consigo una mayor flexibilidad en el mercado. También es cierto que, en el afán de conseguir una mayor “productividad”, se pueden estar sacrificando valores humanos fundamentales, como la dignidad del trabajo y el respeto hacia quienes, por lo general, son invisibilizados en la discusión.
La progresiva eliminación de los playeros, presentada como un avance económico, oculta una visión que desconoce las realidades de aquellos que, a través de su trabajo, mantienen en funcionamiento el sistema que muchos dan por sentado.