Hubo un tiempo en el que el periodismo se mostraba enardecido, desafiante, casi heroico. Jorge Lanata, con su voz cascada y su inconfundible tono sentencioso, encabezaba un ejército de comunicadores que se indignaban en vivo y en directo ante la falta de conferencias de prensa de Cristina Fernández de Kirchner. “Queremos preguntar”, repetían como un mantra, convertidos en paladines de la repregunta y el escrutinio al poder.
Ese periodismo, que se presentaba como el último bastión de la democracia exigía, de un modo impostado, transparencia y hacía como que condenaba cualquier intento de control sobre la prensa. Todo falso.
Los años pasaron, el gobierno cambió varias veces y aquellos mismos periodistas hoy guardan un silencio atronador.
“CHU CHU CHÚ, EL SILENCIO ES SALÚ”
El episodio de la entrevista de Jonatan Viale a Javier Milei en TN es la muestra más brutal de la degradación de la profesión: preguntas guionadas, respuestas ensayadas y, cuando algo se sale del libreto, la irrupción de un operador de gobierno para ordenar que se corte la grabación. El operador en cuestión, Santiago Caputo, es el verdadero arquitecto de la comunicación libertaria, el cerebro detrás de la imagen del Milei “outsider” que no puede permitirse errores ni contradicciones.
El video sin editar de la entrevista, filtrado en YouTube antes de ser borrado por TN, expuso la puesta en escena. Cuando Milei, sin querer, se enreda en una respuesta que podría comprometerlo judicialmente por el escándalo de la criptoestafa $Libra, Viale no lo incomoda ni lo interpela. Al contrario, lo auxilia, le marca el camino y hasta le ofrece reformular la pregunta. Un espectáculo lamentable, donde el periodista se borra y el operador se exhibe sin pudor.
Pero lo más impactante no es el contenido de la entrevista, sino la reacción (o mejor dicho, la ausencia de reacción) de aquellos que alguna vez hicieron del periodismo combativo una bandera. ¿Dónde están hoy los que exigían preguntar? ¿Dónde están los Lanata, los Majul, los Wiñazki, los Leuco, que en el pasado hubieran convertido un escándalo como este en una cruzada contra la censura? No solo no denunciaron el episodio, sino que (al menos hasta ahora) lo dejan pasar como si nada.
EL PERIODISMO YA NO SE INDIGNA MÁS
El periodismo argentino pasó de la indignación selectiva a la sumisión total. Mientras en tiempos de Cristina Fernández de Kirchner cualquier restricción al acceso a la información era presentada como un atentado a la democracia, hoy los mismos que gritaban “Queremos preguntar” callan ante un gobierno que solo concede entrevistas a periodistas leales, serviles o comprados, previamente seleccionados y dispuestos a leer un guion.
La gran diferencia es que, en aquel entonces, la denuncia del periodismo opositor tenía un correlato en la realidad: Cristina Fernández de Kirchner evitaba conferencias de prensa y su relación con los medios era tensa. Pero lo que se vive hoy es mucho peor. Javier Milei no solo elige con quién hablar, sino que además exige pactar cada palabra, eliminando cualquier margen de sorpresa o cuestionamiento real.
El periodismo que se presentaba como un “cuarto poder” terminó convirtiéndose en un apéndice del oficialismo. Aquel coro de indignados que clamaba por la repregunta fue reemplazado por una casta de operadores políticos disfrazados de periodistas. Y lo más triste es que, a diferencia del pasado, ya ni siquiera hacen falta eufemismos para encubrirlo.