El presidente Javier Milei arremetió contra Axel Kicillof durante su discurso ante un foro de derecha. Recurrió a descalificaciones personales, pero entre insulto e insulto, su retórica sigue girando en torno al gobernador bonaerense como si fuera su antagonista preferido. ¿O es otra cosa?
Anoche cuestionó a toda las versiones del “colectivismo”, pero sólo a una le puso nombre propio. “Peronismo, kirchnerismo, socialismo, socialdemócrata o, incluso comunistas, como el enano soviético Kicillof”, planteó.
Sostuvo además que el “aparato propagandístico de Kicillof ha hecho verdaderos estragos, infectando la mentes de millones de bonaerenses que aún viviendo en la miseria más afecta, siguen cautivos por el kirchnerismo”. Y dijo que en la Provincia está llena de “amigos de Kicillof, militantes de Kicillof o militante del parasitismo del partido del Estado”.
Por último tildó de “inútil esférico” al Gobernador. Fiel a su estilo, tuvo que explicar el chiste: “es porque es inútil lo miren por donde lo miren”, aclaró.
Cuando la reiteración se parece a una obsesión
No es la primera vez que Milei le dedica medio discurso al Gobernador. Hace poco más de un mes, durante otro evento partidario, lo llamó “pelotudo”, “burro eunuco”, “zar de la miseria” y “pichón de Stalin”, entre otras más de 20 referencias peyorativas, burlonas o insultantes.
En términos psicológicos, lo del Presidente puede encuadrarse dentro de un fenómeno conocido como “proyección del enemigo interno”, donde el adversario político se convierte en el espejo donde se proyectan las propias tensiones, inseguridades o incluso deseos reprimidos. Axel Kicillof parece haberse transformado en ese “otro necesario” para sostener el relato de confrontación permanente.
Pero la reiteración de las referencias, muchas veces con detalles personales casi caricaturescos, insinúa que detrás del desprecio declarado puede esconderse una fascinación inconsciente: cuanto más busca denigrarlo, más central lo vuelve en su propia narrativa.