Desde este lunes 4 de agosto, la esquina platense de Diagonal 77 y calle 48 vive una etapa crítica en su ya prolongado operativo de demolición. El edificio incendiado que albergaba un depósito irregular de electrodomésticos, y cuyo colapso afectó a más de 190 personas, mostró señales de un deterioro estructural mucho más severo del previsto, por lo que debieron suspenderse las tareas con maquinaria de gran porte.
(foto gentileza @nono_lopez11)
Las columnas y vigas del tanque superior mostraron fisuras, desplazamientos y riesgo potencial de derrumbe. Fue por eso que la empresa a cargo, Grupo Mitre, optó por una alternativa tecnológica: la utilización de un robot telecomandado de demolición, modelo Brokk, una herramienta, que según afirmaron desde la compañía a Infocielo, está diseñada especialmente para intervenir estructuras comprometidas sin poner en riesgo al personal ni agravar los daños a los edificios linderos.
El Brokk es operado a distancia en un procedimiento quirúrgico sobre las zonas más sensibles del inmueble. Se trata de una maniobra de precisión en el corazón de una zona urbana densa, aún vallada por completo. Sólo una vez que se verifiquen las condiciones de seguridad posteriores a su intervención, se retomará el cronograma original con maquinaria pesada.
Un depósito ilegal, millones en pérdidas y una herida abierta
El edificio incendiado operaba como depósito irregular de la firma Aloise Tecno, y acumulaba una importante cantidad de electrodomésticos que alimentaron el fuego durante largas horas.
El siniestro, ocurrido hace ya más de dos semanas, causó pérdidas superiores a los 1,5 millones de dólares y dejó un tendal de consecuencias: 190 personas afectadas, algunas de ellas aún alojadas en hoteles dispuestos por el municipio, calles clausuradas, y una escena que remite al paisaje de posguerra, con escombros, seguridad intermitente y tensión constante.
Pero más allá del dato duro, lo que persiste es el daño simbólico: un barrio que sigue respirando humo invisible, con comerciantes que no pueden trabajar, vecinos que no pueden volver y una medianera expuesta que es, al mismo tiempo, frontera física y emocional.
Mientras las máquinas siguen su ritmo, los propietarios de locales cercanos advierten que la recuperación no será rápida. “Llevará meses”, dijo uno de ellos. No es solo por la logística. Es por la imagen. Por el miedo. Por el vacío.
Una zona sin vigilancia: “Esto ya parece tierra de nadie”
Con el correr de los días, las preocupaciones viraron del fuego al abandono. “Este fin de semana la zona quedó a oscuras y ya no hay personal de seguridad”, alertó un vecino tras un largo apagón eléctrico.
“Pasa gente por la zona, parece tierra de nadie, está desolado y peligroso”. Las luces apagadas y la ausencia de control transformaron el perímetro del incendio en un foco de inseguridad, generando aún más incertidumbre en quienes habitan los alrededores o dependen del paso peatonal y comercial.
El fin de semana se escuchó gritar varias veces a una persona en situación de calle acerca de que la culpa era del intendente por haber “quemado” el edificio debido a intereses. Los vecinos no abonan esas teorías conspirativas pero se preocupan por la situación.
Mientras la Justicia avanza con la investigación penal contra los responsables de la empresa Aloise Tecno por uso indebido del inmueble, los comerciantes afectados por la parálisis del barrio ya iniciaron demandas por daños y perjuicios.
Por ahora, la única certeza es que la esquina de 77 y 48 no será la misma por un largo tiempo. La demolición es lenta, casi silenciosa, como si no se quisiera perturbar lo que aún queda en pie.
Una máquina robotizada colgará como un péndulo milimétrico, operando entre los restos de un error urbano que ardió hasta dejar al descubierto, una vez más, lo endeble de nuestras estructuras: de las físicas y de las otras.