La crisis económica y la pérdida del poder adquisitivo están reconfigurando de forma acelerada los hábitos de consumo en la Argentina. En los barrios, donde el termómetro social se toma en cada góndola, la tendencia es clara: menos primeras marcas, más productos pyme y un uso creciente de la tarjeta de crédito. Así lo describió Fernando Savore, vicepresidente de la Confederación General Almacenera, durante una entrevista en FM Cielo 103.5.
“El consumo está bastante bajo. El sueldo del laburante no llega a cubrir las necesidades”, advirtió Savore, al señalar que apenas entre el 30 y 35% del ingreso de una familia puede destinarse hoy a la compra de alimentos. El resto se consume en servicios esenciales como luz, gas, transporte, alquiler o internet. En ese contexto, la tarjeta de crédito se volvió un instrumento de subsistencia: “Antes se usaba para comprar ropa o electrodomésticos; ahora se hace la compra chica del almacén con crédito”.
La retracción en el consumo está generando también una resistencia clara frente a los aumentos de precios impulsados por grandes empresas alimenticias. “Mondelez y Arcor anunciaron subas del 5 al 9%, pero nosotros no les vamos a comprar. Sabemos que cuando no lleguen a sus metas de ventas, van a bajar los precios. Ya pasó con las aceiteras en marzo y abril”, señaló. Según Savore, las listas mayoristas muestran subas generalizadas del 2% al 7% en alimentos, bebidas y productos de limpieza, pero la demanda no convalida esos valores: “La gente no compra”.
Frente a ese escenario, las segundas marcas y las pymes ganan terreno. “El consumidor elige cada vez más marcas alternativas. Hay panes lactales de primera marca que están a $6.000, mientras uno de pyme cuesta $2.500. Y cada vez vendo más pyme”, sostuvo Savore, quien además resaltó el crecimiento de nuevas propuestas: “Los alfajores pyme tienen excelente calidad y están ganando terreno. Los chicos los eligen porque ofrecen algo nuevo”.
En paralelo, también cambió la forma de pagar. “De cada 10 clientes, 8 ya pagan de forma virtual. El dinero físico prácticamente está desapareciendo”, afirmó. Para Savore, la estabilidad de precios beneficiaría tanto al consumidor como al comerciante, pero advirtió que hay actores que se enriquecieron con la inflación y el desabastecimiento. “Esto se tiene que acomodar. No puede ser que un arroz que costaba $2.300 ahora cueste $2.000. ¿Cómo puede ser? Por un lado aumentan, por el otro bajan. No hay lógica”.