En la coqueta City Bell, la zona más “chic” del partido de La Plata, donde las calles se entrelazan como los hilos de una historia olvidada, se alza un hogar de ancianos. Allí, entre las paredes y las sillas, reside una comunidad de ancianos, cada uno con su propio capítulo por escribir. El día de los festejos por los 110 años de vida de la localidad, la expectación se palpaba en el aire. Los ancianos, con sus ojos brillantes y sus corazones llenos de recuerdos, se prepararon para un acontecimiento especial: el desfile que recorrería las calles siempre vibrantes de una zona privilegiada.
DESORIENTADO 110 ANIVERSARIO
Habían oído hablar de lo emotivo que iba a, ser, quizás soñaban con bandas de música y niños ondeando banderas. Querían tener su oportunidad de ser parte de algo más grande, que rompiera cierta monotonía del día a día algo rutinario y sentirse vigentes en medio de la multitud.
Con paso lento pero firme, salieron a la vereda. Algunos con sus manos temblorosas se aferraban a los bastones, y sus arrugas se suavizaban con la emoción.
Las sillas de ruedas también se alinearon en fila, como espectadores expectantes en un teatro. Los vecinos los miraban con ternura, conscientes de que aquellos ancianos habían sido testigos de décadas de historias y secretos.
Pero entonces, el destino jugó una carta inesperada.
Sin aviso previo, el desfile cambió de rumbo. Las carrozas esquivaron la calle Cantilo, donde los ancianos esperaban, y tomaron una ruta diferente. Los corazones se hundieron, y las miradas se encontraron en un silencio compartido. ¿Por qué? ¿Cómo podía algo tan simple como un desfile alterar el curso de sus vidas?
La indignación se mezcló con la tristeza. Las quejas resonaron en los pasillos del hogar. “Falta de respeto”, murmuraban algunos. “Consideración cero”, decían otros. Los ancianos, que habían soñado con ver la emotiva ocasión desde su vereda, se sintieron abandonados por la caótica organización.
Una mujer que había participado en la correcaminata expresó su enojo. “Mal organizado”, afirmó. “Ninguna calle estaba cortada, ni una valla ni un oficial municipal o policial en vista”. Ese área de City Bell, que había vibrado con la promesa del desfile, ahora parecía un escenario desolado.
EL HOGAR DE ANCIANOS ESPERANDO: UNA IMAGEN DESOLADORA
En ese momento, los ancianos se aferraron a sus recuerdos. Recordaron los desfiles de antaño, cuando eran jóvenes y la vida se extendía ante ellos como un camino sin fin. Pero esta vez, el desfile había pasado de largo, y sus sillas seguían inmóviles en la vereda.
Así, en la quietud de la tarde, los ancianos tejieron una nueva historia. Una historia de esperanza truncada, de ilusiones rotas y de la fragilidad del tiempo. Y mientras el desfile se daba “en otra dirección”, ellos permanecieron allí, en la vereda, como personajes olvidados en un relato que nadie leería.