El 22 de julio ya no es una fecha más para el rock argentino. Ese día, en 2021, se fue físicamente Palo Pandolfo, pero su obra y su energía continúan marcando a las nuevas generaciones y resonando en los márgenes donde siempre encontró inspiración. El corazón del rock bonaerense, que supo adoptarlo como propio, no deja de recordarlo.
Palo fue un artista inclasificable. De espíritu inquieto y sensibilidad urbana, atravesó décadas de música nacional sin repetir fórmulas, cambiando de piel y de sonido en cada etapa. Desde la intensidad postpunk de los años 80 hasta su búsqueda más orgánica y visceral en los 2000, construyó una trayectoria coherente con su esencia: libre, poética y profundamente humana.
En el conurbano y La Plata, su presencia fue habitual. Hay quienes aun lo recuerdan en sus presentaciones en la Glorieta de plaza San Martín. Se presentó en escenarios grandes y pequeños, en festivales autogestivos, en clubes culturales, en bares donde la música se respira como parte de la identidad. Su vínculo con la escena bonaerense no fue sólo artístico, sino emocional: allí encontró el pulso callejero y popular que muchas veces llevó a sus canciones.
Tras su muerte, surgieron ciclos, festivales y homenajes que lo mantienen presente. Su figura se volvió faro para bandas emergentes que reconocen en su obra una forma honesta de hacer música, lejos de la lógica del mercado y cerca del corazón. No es extraño que su nombre circule con respeto entre artistas jóvenes que lo descubren como quien encuentra un mapa hacia otra forma de decir.
Palo no buscó pertenecer a un estilo: creó el suyo. Habló de la ciudad, del amor, del tiempo, del deseo, del dolor y de la transformación. Su obra funciona como una bitácora emocional que sigue encontrando lectores atentos en tiempos de vértigo.
Cuatro años después de su partida, Palo Pandolfo sigue latiendo. En vinilos gastados, en playlists barriales, en escenarios del sur, en rincones donde el rock aún se permite ser ritual. Su ausencia física no detuvo el viaje: lo potenció. Porque hay artistas que no se despiden nunca. Se quedan donde más importa: en la vibración de lo que todavía nos conmueve.
El disco póstumo de Palo Pandolfo
Su muerte repentina aún resulta inconcebible y hay algo en su último disco que suena a despedida. Siervo es una colección de canciones muy tristes con esas letras sobre la soledad, el sacrificio, la culpa, el amor y el desamor en las que Palo Pandolfo puso siempre de manifiesto su condición de poeta. Hay invitados lujosos: desde Fito Páez a Santiago Motorizado, de Sofía Viola a Hilda Lizarazu. Pero todo está cruzado por la intensidad volcánica del artista Pandolfo, el rock mezclado con folklore y flamenco, el desgarro en primer plano, la sensibilidad a flor de piel. Escuchalo a continuación.