El Fondo Monetario Internacional volvió a emitir una advertencia preocupante sobre la economía argentina. En su último reporte sobre el Sector Externo, publicado este martes, el organismo aseguró que las reservas internacionales netas del país “siguen siendo críticamente bajas”, a pesar de cierta estabilización lograda desde la implementación del nuevo programa económico. La evaluación se da en un contexto de creciente fragilidad externa y cuando el Gobierno de Javier Milei intensifica desesperadamente su búsqueda de divisas para evitar un nuevo colapso.
“La posición externa en 2024 fue más débil que el nivel implícito en los fundamentos de mediano plazo y las políticas deseables”, señala el informe. Y aunque reconoce que “los fundamentos económicos han mejorado sustancialmente desde finales de 2023”, advierte que los niveles de reservas internacionales netas siguen en terreno peligrosamente bajo y que “la cobertura de las reservas sigue siendo inadecuada”. A fines de marzo de 2025, el stock neto se mantenía en negativo por USD 6.000 millones, después de haber alcanzado un rojo de USD 11.000 millones.
En este marco, el Gobierno nacional solicitó recientemente un waiver por no haber cumplido con la meta de acumulación de reservas. Esta jugada busca habilitar un desembolso de USD 2.000 millones, clave para mantener cierta estabilidad financiera. Pero los fondos no llegan, y tampoco lo hacen los dólares desde otras fuentes.
Dólares que no llegan: entre promesas, blanqueos y frustraciones
A pesar de insistentes campañas para incentivar el uso de los llamados “dólares colchón” y el impulso a blanqueos con beneficios fiscales inéditos (como la promesa de que no habría controles y la caracterización de los evasores como “héroes”), el flujo de divisas no se ha revertido. Incluso los ingresos por la cosecha gruesa del agro comienzan a agotarse, y el Gobierno no logró aún generar el atractivo suficiente para que los privados apuesten por el país.
Tampoco los préstamos internacionales o privados alcanzaron para engrosar las arcas del Banco Central. La falta de confianza y el contexto de atraso cambiario, negado por el oficialismo, están jugando en contra. De hecho, muchos argentinos con capacidad de ahorro han optado por usar sus dólares en el exterior, donde resultan mucho más rentables ante el encarecimiento generalizado de los bienes y servicios en términos de dólar dentro del país.
El FMI fue explícito al respecto: “Los esfuerzos tempranos son esenciales para reconstruir las reservas, al tiempo que permiten un mayor descubrimiento de precios y compras de divisas para cumplir con las obligaciones del servicio de la deuda en divisas”. Sin esa base de dólares reales, no hay acuerdo ni garantía de sostenibilidad.
A eso se suma la preocupación del organismo por el comportamiento del tipo de cambio real. Tras la fuerte devaluación de diciembre de 2023, el peso se apreció más de un 40% en el primer trimestre de 2025, deteriorando la competitividad externa. Según cálculos del Fondo, a mayo de este año el tipo de cambio se encontraba entre un 15 y un 25% por debajo del nivel de equilibrio, y aunque en las últimas semanas hubo un leve repunte, el desalineamiento se mantiene.
El reporte también advierte que la transición hacia un régimen cambiario más flexible “requiere políticas macroeconómicas estrictas”, algo que el Gobierno parece no haber cumplido con la rigurosidad necesaria. Incluso el Financial Times alertó sobre la fragilidad del plan económico de Milei, al que calificó como una “apuesta riesgosa”. El medio británico remarcó que “Argentina optó por combatir la inflación, pero descuidó el crecimiento, las reservas y la estabilidad cambiaria”.
El diagnóstico del FMI va más allá del presente. El organismo proyecta un déficit de cuenta corriente de USD 3.000 millones para 2025, un giro drástico respecto al superávit de USD 6.000 millones que se habría registrado en 2024. Sin acumulación sostenida de reservas y con desequilibrios que persisten, la capacidad de maniobra del Gobierno argentino se achica rápidamente.
En este contexto, la presión sobre la administración de Milei crece a cada hora. La necesidad de dólares ya no es una estrategia económica: es una urgencia existencial para evitar una nueva crisis.