Leonardo Cositorto lo hizo de nuevo. O mejor dicho, el sistema lo hizo por él. Mientras el creador de Generación Zoe sigue tras las rejas en Goya, Corrientes, enfrentando juicios por estafa y asociación ilícita en varias provincias, la Comisión Nacional de Valores (CNV) decidió absolverlo de cualquier infracción en el mercado de capitales.
Así, como si la historia de su empresa piramidal no hubiera existido, como si miles de personas no hubieran perdido sus ahorros, y como si su discurso de coaching financiero no hubiera sido una venta de humo a escala internacional.
La CNV determinó que ni Cositorto ni Generación Zoe violaron la Ley de Mercado de Capitales. Básicamente, concluyeron que todo lo que pasó no fue un esquema fraudulento de captación de dinero disfrazado de inversiones milagrosas, sino… ¿un malentendido? ¿Un exceso de confianza en el marketing motivacional?
La magia de la regulación flexible
El sumario administrativo que la CNV le abrió a Cositorto en 2022 parecía una sentencia cantada. La empresa ofrecía rendimientos estratosféricos, sus operaciones eran más opacas que un mensaje de autoayuda en latín, y los reguladores internacionales habían sido alertados.
Sin embargo, tras dos años de análisis, el organismo concluyó que no hubo oferta pública de valores negociables sin autorización. Como quien dice: “Señores, lo que vendía Cositorto no era un fraude financiero, sino un hermoso cuento de hadas donde la gente elegía voluntariamente depositar su plata en la magia de Generación Zoe”.
Eso sí, la CNV aclaró que su dictamen es meramente administrativo y que no interfiere con los procesos judiciales. No vaya a ser cosa que después los acusen de complicidad, porque al fin y al cabo, el tipo sigue preso y su historial de promesas incumplidas es más largo que el de cualquier campaña política.
Cositorto, el eterno mártir de la conspiración universal
Obviamente, el gurú de la motivación no perdió la oportunidad de victimizarse. Apenas salió la resolución de la CNV, publicó en sus redes un mensaje de denuncia. “Mañana enfrento un juicio ilegal, perverso y nulo, armado por la mafia política, fiscal y financiera del gobierno anterior”, escribió. Porque, claro, todo el mundo está en su contra: el gobierno, los fiscales, los medios, los inversionistas que lo denunciaron, la gente que quedó en la ruina… Todos menos la CNV, que parece haber encontrado en Cositorto a un pobre incomprendido.
Su estrategia de defensa se mantiene intacta: él es la víctima de un complot gigantesco y sus detractores no entienden que su modelo financiero no era un esquema Ponzi, sino un novedoso sistema de prosperidad colectiva que, por algún motivo, solo benefició a la cúpula de Generación Zoe.
La CNV y el Estado ausente (o cómplice)
La resolución de la CNV deja una pregunta inevitable: ¿en qué momento el Estado se convirtió en un espectador de lujo de estas maniobras? Porque una cosa es que la CNV no pueda juzgar delitos penales y otra es que su absolución funcione como un guiño para que futuras “generaciones” de estafadores sigan operando sin miedo.
La Argentina ha sido, históricamente, tierra fértil para este tipo de figuras que prometen riqueza instantánea y terminan dejando una estela de damnificados. Desde el Clan Puccio hasta las criptoestafas más recientes, el libreto siempre es el mismo: el Estado llega tarde, la gente pierde sus ahorros y, al final, el sistema encuentra una forma de lavarles la cara a los responsables.
Cositorto aún enfrenta juicios por estafa en varias provincias. Pero con esta absolución administrativa en el bolsillo, el mensaje es claro: si tu fraude es lo suficientemente creativo y confunde a los reguladores, siempre hay una salida decorosa. Y si no, siempre se puede apelar a la teoría del complot global.