En un nuevo capítulo de la interacción política en redes sociales, el diputado libertario Ramiro Marra protagonizó un episodio que, en lugar de sumar a la discusión sobre la eficiencia del Estado, se transformó en un bochorno ortográfico.
El legislador “de marras” hizo una pregunta abierta a sus seguidores en X: “Si pudieras armar el exámen (sic) de idoneidad para los empleados públicos ¿qué preguntas harías?” La pregunta venía en el contexto de una de las propuestas del gobierno para instalar exámenes de ingreso en la administración pública, buscando mostrar una imagen de eficiencia y transparencia en el acceso a cargos públicos.
La intención del legislador era clara: demostrar que el sistema público de empleo sería más riguroso y meritocrático bajo el gobierno de Milei, eliminando prácticas de nepotismo y favoreciendo la entrada de los “mejores”.
Sin embargo, la estrategia para conectar con sus seguidores se vio rápidamente empañada por un error ortográfico que, lejos de pasar desapercibido, abrió un debate paralelo que lo dejó en evidencia.
LA TILDE DE EXAMEN LO TILDÓ DE BURRO
El problema radica en que Ramiro Marra, al escribir su pregunta, cometió un error bastante simple pero significativo: la palabra “examen” la escribió con tilde, como “exámen”. Al ser un término “grave” con terminación en “n”, “s” o vocal, es sabido que no lleva acento ortográfico, sino únicamente prosódico.
Este desliz, que en otros contextos podría haber pasado desapercibido, en este caso fue captado rápidamente por los tuiteros, quienes no dudaron en señalar la ironía del asunto: un funcionario público que propone que otros sean evaluados para ingresar al Estado no parece estar preparado para pasar una prueba básica de ortografía.
Las respuestas que comenzaron a llegar a la publicación de Marra fueron, en su mayoría, de tono irónico, con muchos usuarios preguntando: “¿Cómo se escribe examen?” o “¿Lo dejarían ingresar al Estado con semejante falta de ortografía?”.
UN RAMIRO MARRA “100% MARRA”
La corrección, que en principio parecía una simple crítica de estilo, adquirió una dimensión mucho más profunda cuando se vinculó con la propuesta política de Marra y su partido. Si la idea era evaluar a los futuros empleados del sector público, ¿por qué no someter a los propios legisladores y funcionarios a un examen similar?
Lo que comenzó como una consulta sobre qué preguntas deberían tomarse en un hipotético examen para ingresar a la administración pública se transformó en una lección de autocrítica.
En lugar de discutir sobre el fondo de la cuestión –el funcionamiento del empleo público y las propuestas para modernizarlo– el debate pasó a ser sobre la capacidad del propio Marra para escribir correctamente y la duda instalada sobre si él pasaría la prueba que propone para los demás.
Este tipo de situación puso en evidencia la contradicción de algunos políticos, y también subrayó una de las críticas más frecuentes que se le hace al gobierno de Javier Milei: la distancia entre lo que se predica y lo que se practica.
La ironía no pasa desapercibida. Marra, quien hace bandera de la meritocracia y la eficiencia, parece olvidar que, antes de aplicar sus propuestas al resto de la sociedad, él mismo debería cumplir con algunos requisitos básicos de conocimiento. En este caso, un examen ortográfico para aquellos que proponen reformas y medidas que, de aplicarse, impactarían a millones de ciudadanos.
LA PAJA EN EL OJO AJENO
También deja ver contradicciones más flagrantes del gobierno de Milei: la promesa de un Estado eficiente y ordenado, mientras algunos de sus propios representantes dan muestras de la falta de preparación o, al menos, de la escasa seriedad con la que se asumen ciertas responsabilidades.
Además, plantea la reflexión sobre la capacidad de los políticos para autocríticarse y mejorar, algo que en este caso, parece faltar por completo.
Mientras la propuesta de exámenes de ingreso a la administración pública pretende resolver problemas de fondo, un simple error ortográfico dejó de manifiesto la necesidad urgente de evaluar, no solo a quienes ingresan al Estado, sino a quienes se encargan de tomar decisiones sobre él.