A esta altura, parecería que para el gobierno nacional todo aquel que discrepe, cuestione o simplemente no obedezca es automáticamente kirchnerista. Esa lógica binaria la dejó expuesta Patricia Bullrich durante su visita a Córdoba, donde desató críticas directas contra la flamante liga de gobernadores autodenominada “grito federal”, integrada por Martín Llaryora, Maximiliano Pullaro, Ignacio Torres, Carlos Sadir y Claudio Vidal. Gobernadores que, por cierto, han colaborado en gran parte con la administración libertaria, incluso en áreas sensibles como la seguridad.
Desde el salón de la Bolsa de Comercio, y frente a un auditorio poblado de empresarios del Círculo Rojo, la ministra encontró su terreno favorito: el de la confrontación. Con tono calmo pero contenido filoso, apuntó a las provincias que dicen tener equilibrio fiscal y las acusó de lograrlo “subiendo impuestos”, cuando a su entender el ajuste debe surgir del “achicamiento del Estado”. Una crítica que, convenientemente, omite el propio historial fiscal del Gobierno nacional.
La alusión más directa fue para Llaryora, gobernador anfitrión, a quien hasta hace poco Bullrich visitaba en la Casa de Gobierno para firmar convenios de seguridad. Ya no hay fotos conjuntas ni declaraciones amistosas: ahora lo incluye en la categoría de “populistas” que votan leyes vetadas por Milei. “Es una especie de kirchnerismo suplente, un kirchnerismo de baja intensidad”, disparó sin matices, dejando en claro que ni el pasado reciente de colaboración ni el origen político diverso de los gobernadores alcanza para evitar la etiqueta.
En una intervención que mezcló diagnósticos fiscales con anécdotas personales (como una chicana a su anfitrión por regalar Legos más baratos que ella) Bullrich defendió el rumbo económico del oficialismo y afirmó que “la gente empezó a entender que el ajuste viene del Estado que le caía encima”. Eso sí: no hubo una sola mención al efecto real de ese ajuste en las provincias, muchas de las cuales recortaron gastos, pero también enfrentan una caída brutal en transferencias y actividad económica.
No hay matices posibles
Para la ministra, el proyecto de los gobernadores, que no se define como opositor, sino como una expresión federal desde las provincias, no es más que una amenaza encubierta. Y el mensaje fue claro: todo intento de disputar poder político y cuestionar el ajuste es funcional al enemigo central del mileísmo. En ese marco, no importan las identidades, ni la heterogeneidad partidaria de la liga: “¿Por qué dicen que son del medio? Eso es no tener identidad”, sentenció Bullrich, anulando cualquier zona gris.
Córdoba, como laboratorio político, volvió a mostrar sus tensiones. En la audiencia estaban referentes libertarios como Gabriel Bornoroni y Laura Rodríguez Machado, pero también enviados institucionales del cordobesismo, que tomaron nota del nuevo tono del gobierno. Atrás quedaron los gestos de moderación. En tiempos de campaña, el mensaje desde la Nación es tan simple como preocupante: quien no se somete, será descalificado.