El crimen de Pablo Mieres, el secretario estudiantil de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) hallado sin vida el pasado 17 de junio en su casa de calle 115 entre 46 y 47, sumó en las últimas horas un nuevo capítulo: un allanamiento clave, un celular recuperado y la aprehensión de un segundo implicado.
Desde hace semanas, los investigadores intentan reconstruir la secuencia de aquella noche fatal. Mieres fue encontrado atado de pies y manos, con signos de haber sido brutalmente golpeado. Desde el primer momento, la causa quedó caratulada como homicidio doblemente agravado criminis causa —matar para ocultar otro delito, en este caso un robo— y ya había un detenido: Nicolás Damián Arévalo, de 39 años.
Pero la hipótesis de que al menos dos personas participaron del asesinato se mantiene firme. Fue así que personal de la DDI La Plata, siguiendo el rastro digital de los teléfonos sustraídos en el hecho, logró geolocalizar uno de los aparatos en una vivienda del barrio Villa Alba.
El operativo, autorizado por el Juzgado de Garantías N°2 y ordenado por la UFI N°3 a cargo del fiscal Gastón Petit Bosnic, se llevó a cabo en una propiedad de la calle 120 entre 603 y 604. Allí, los agentes no solo encontraron uno de los celulares robados a Mieres: también secuestraron una notebook —presumiblemente también robada de su domicilio—, otros seis teléfonos, y una pistola automática calibre 10 milímetros con cargadores y municiones.
En ese mismo lugar fue aprehendido Ronaldo Alexis Iriarte Duarte, un joven de 26 años y nacionalidad paraguaya. El nuevo sospechoso fue imputado por encubrimiento en el marco del crimen, y además por tenencia ilegal de arma de uso civil, delito que quedó en manos de la fiscal Virginia Bravo (UFI N°7).
La escena del crimen había sido violenta. Mieres, de 37 años, era muy conocido en los pasillos de la UNLP y tenía una vida ligada al ámbito académico. Su muerte conmovió a la comunidad universitaria y el caso se convirtió en una prioridad para los investigadores.
Con la detención de Iriarte Duarte, las piezas del rompecabezas comienzan a encajar. Se sabe que no actuó solo, y ahora la justicia intenta determinar cuál fue su rol exacto en el hecho: si participó directamente del crimen o si fue parte de la red que buscó darle salida al botín robado.
Ya había un detenido
Por lo pronto, el principal acusado, Arévalo, sigue detenido y enfrenta una posible pena de prisión perpetua. La investigación continúa, con nuevas pericias sobre los elementos incautados y la reconstrucción de los movimientos de ambos detenidos en las horas previas y posteriores al asesinato.
En la Facultad, mientras tanto, sigue el dolor y la espera de justicia. La muerte de Mieres dejó una herida abierta, que el avance de la causa empieza lentamente a cerrar, pero que aún requiere respuestas definitivas.