El primer día del año en Vicente López se vivió una escena que desató un intenso debate en redes sociales y medios de comunicación. Un hombre que se bañaba en el Río de la Plata, una zona prohibida y señalada como no apta para el contacto humano, fue increpado por un periodista de A24 que cubría la situación. La discusión escaló rápidamente, revelando tensiones sociales y culturales que trascienden la anécdota.
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El periodista, alertando sobre los peligros del río por la contaminación, expresó: “Es peligroso”, a lo que el hombre respondió: “Sí, para el que no sabe nadar”. La conversación subió de tono cuando, tras una advertencia más del comunicador sobre los riesgos, el bañista, con una niña en brazos, contestó: “Sos más maricón negro. Sos un boludo”. Este intercambio no solo expuso el desprecio por las normas de seguridad, sino también una tensión subyacente entre quienes critican esta práctica y quienes la defienden.
Problema histórico en la ribera del Río de La Plata
Bañarse en el Río de la Plata, pese a las advertencias, es una práctica habitual en muchas localidades ribereñas, desde Quilmes y Punta Lara hasta Berisso. La controversia radica en el estado del río: contaminado, con basura flotante y elementos que pueden causar lesiones o infecciones. Las autoridades reiteran que no es apto para el baño, y las sirenas y carteles en zonas como Vicente López buscan desalentar esta conducta.
Sin embargo, esta actividad no solo es una cuestión de seguridad, sino también un fenómeno cultural y social. Para muchos habitantes de zonas cercanas al río, especialmente aquellos de menor poder adquisitivo, estas aguas representan una alternativa económica y accesible para combatir el calor. Esta realidad choca con la perspectiva de otros sectores, que ven en esta práctica un comportamiento “incivilizado” o “imprudente”, exacerbando prejuicios de clase y discriminación.
La controversia en redes
El episodio generó una avalancha de comentarios en redes sociales, dividiendo opiniones. Por un lado, hubo quienes condenaron duramente a los bañistas, argumentando que exponen a niños y adultos a riesgos innecesarios. “No se puede permitir que la ignorancia ponga en peligro vidas”, señaló un usuario en X (antes Twitter).
Por otro lado, surgieron voces que defendieron esta práctica como un derecho y parte de una tradición ribereña. “Nos bañamos en el río toda la vida. Los que critican esto son los mismos que se van a la Costa y después nos llaman brutos”, escribió otro internauta. Para muchos, las críticas esconden un trasfondo clasista y racista, más que una genuina preocupación por la salud pública.
¿Tradición cultural o riesgo?
El debate expone un conflicto complejo: por un lado, la necesidad de cuidar la salud y prevenir accidentes; por otro, el derecho de las comunidades a disfrutar del espacio público. Más allá de las opiniones, es innegable que el Río de la Plata, en su estado actual, representa un peligro tangible.
Sin embargo, abordar esta problemática exige algo más que prohibiciones y advertencias. Es necesario mejorar las condiciones del río y, al mismo tiempo, generar conciencia sin estigmatizar a quienes recurren a él por necesidad o tradición. El desafío no es solo ecológico, sino también social y cultural: reconciliar seguridad, inclusión y respeto por las diferentes realidades de quienes habitan la ribera.
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