Abril de 1957. Un aviso perdido en los diarios prometía “extraordinario ofrecimiento para hombres de empresa” en dos grandes lotes frente al mar, entre Mar del Plata y Pinamar (como si quedaran pegados).
Lo que no decía era que esos lotes eran poco más que un desierto de dunas azotadas por el viento. Aun así, Antonio Vázquez, Manuel Rico y Jacobo Zceltman se lanzaron a la aventura. Su idea: fundar un destino turístico distinto a todo lo que ofrecía la costa atlántica. La primera batalla sería contra la arena.
Una guerra de 22 años contra los médanos
Inspirados en experiencias cercanas como las de Gesell, Cariló y Pinamar, contrataron a los ingenieros agrónomos Moretti y Takacs. Armados con semillas, arbustos, variedades de pasto y un jeep que había visto mejores días, comenzaron a fijar y forestar.
El viento, terco, a menudo borraba en una noche semanas de trabajo. Pero ellos volvían a empezar. Día tras día, hasta que el horizonte cambió: los médanos se convirtieron en un bosque de álamos, sauces, pinos, acacias, eucaliptos y cipreses. Con ellos llegaron aves, insectos y hasta los famosos “duendecillos” que hoy forman parte del folklore local.
Un pueblo que se adaptó al bosque (y no al revés)
En 1969 entendieron que el típico trazado de manzanas cuadradas no encajaba con los valles y cordones de dunas. Gestionaron ante la Provincia un nuevo plano urbano, aprobado en 1971, que respetaba las curvas del terreno y la privacidad.
Los caminos se hicieron con mezcla de tierra negra y arena, diseñados para no romper el paisaje y permitir el escurrimiento natural de las lluvias.
Nada de torres: el Código Urbano limita la altura y preserva zonas verdes semipúblicas que no pueden edificarse.
La llegada de los visitantes
Tras 22 años de trabajo silencioso, recién en 1979 comenzaron a venderse parcelas. El primer centro comercial abrió en 2002, rompiendo la postal de almacenes y bares dispersos en el bosque.
Hoy, Mar de las Pampas es un imán para quienes buscan playa, naturaleza y tranquilidad. Pero su verdadero encanto está en esa historia semi secreta: la de un desierto indomable que, con terquedad y paciencia, se convirtió en un paraíso.
Quizás por eso, caminar hoy por sus senderos de arena blanda, entre pinos que se inclinan con la brisa y el murmullo lejano del mar, tiene un sabor distinto.
No es sólo un lugar lindo: es el resultado de una epopeya silenciosa, de hombres que apostaron contra el viento y ganaron.
Mar de las Pampas no nació para ser masiva, sino para ser un secreto bien guardado… aunque, a esta altura, sea un secreto a voces que todos ya hayan descubierto.
Datos y fotografías: Gentileza Del libro “MAR DE LAS PAMPAS, una historia” y del diario “El Chasqui” de Mar de las Pampas