Por Andrés Caviglia
Que la Selección nacional, en apariencia etiquetada como un grupo humano que tiene la responsabilidad de hacer feliz al pueblo argentino, esté al borde de una eliminación histórica, no debería sorprender si nos detenemos a repasar quiénes y cómo la trajeron a este precipio futbolístico.
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Dejar pasar el hecho de que la dirigencia del fútbol argentino estuvo sostenida por años de una estructura piramidal y -demostrado judicialmente- corrupta, sería un grave error, sobre todo al momento de entender qué clase de escuela formó a quienes toman las decisiones de fondo. La AFA es el lugar a donde cualquiera llama y se encuentra con que la mano derecha del presidente, Claudio Tapia dice desconocer, por ejemplo, cómo se esta actuando para evitar que se repitan hechos de abusos sexuales que conmocionaron a nuestro fútbol.
No reconocer la consecuencia de que el proyecto Rusia 2018, con Tapia y Sampaoli a la cabeza, nació de la peor forma, es minimizar, y aún peor, naturalizar los métodos que se llevaron adelante. Mentiras, excusas y derroche de recursos económicos formaron parte del comienzo del ciclo del rosarino que dirigía al Sevilla de España.
En ese momento, la Selección tenía un técnico trabajando, Edgardo Bauza. Aquel entrenador, al que le costaba acomodar al equipo, había llegado de la mano de la inédita Comisión Normalizadora que arribó a una AFA sin presidente, luego de una vergonzante elección que dio empate en 38 cuando 75 dirigentes tenían la posibilidad de votar.
Fue Grondona en su momento quien no pudo conquistar a Alejandro Sabella, que había devuelto a Argentina a las primeras planas; fue el heredero de Grondona, Luis Segura quien cerró la llegada de Gerardo Martino que, luego de dos subcampeonatos de Copa América, se hastió de una dirigencia manejada desde la impunidad de Daniel Angelici, Rodolfo D’Onofrio y Victor Blanco para manipular a un presidente por descarte (Segura) que, sentado en el sillón de Don Julio, veía a su Argentinos Juniors descender y acumular una de las deudas más grandes de un club de Primera (casi 100 millones de pesos).
Sí, esta AFA fue presidida por el que entonces era el dirigente menos eficaz de todos. Hoy, Segura está prácticamente exiliado: se fue a Estados Unidos cuando explotó el FIFAGate; encontró amparo en la Conmebol (repleta de amigos de Grondona) y hoy pasa sus días rogando que la justicia no golpee a su puerta.
Ese papelón llegó a oídos de la FIFA, que envió a la Comisión a regularizar lo irregularizable. Quienes llegaron a poner orden en Viamonte (Armando Pérez, empresario y presidente de Belgrano, los abogados Javier Medín y Carolina Cristinziano, más Pablo Toviggino, un fuerte representante del fútbol del interior) tenían no sólo la venia presidencial de Mauricio Macri, sino también los consejos desde la clandestinidad de personajes como Fernando Niembro (procesado por fraude y corrupción) y Fernando Marín (ex gerenciador de Racing) que arrimaron el nombre de un amigo de ambos: Edgardo Bauza.
El Patón llegaba abrazado a los resultados deportivos y, con un grado de soberbia extrema, pasó sin pena ni gloria por una Selección que ya negociaba el contrato de otro técnico con él en funciones. Un manoseo que salió carísimo: A Bauza hubo que pagarle 12 millones y medio de pesos, cuando a su antecesor, Martino, se le debían todavía 9 millones.
En ese contexto de despilfarro, con la elección de Tapia como presidente de AFA y con la Primera División entregada a la privada Superliga, se decidió ir por el técnico de moda, Jorge Sampaoli, que no sólo había conquistado logros con Chile, sino que había llevado al Sevilla a competir de igual a igual con Barcelona y Real Madrid en España, algo que cautivaba masivamente, ya que lo de Bauza era absolutamente lo contrario: un equipo que buscaba la solidez desde un orden defensivo que se notaba desmesurado.
En esa novela mintieron todos: el presidente Tapia y el entrenador Sampaoli. Ambos negaban estar en negociaciones mientras Chiqui se reunia en Sevilla con sus allegados a los ojos de todos. Un papelón que termino con final feliz para el técnico, que consiguió un fastuoso contrato que incluye (aún) un proyecto para Qatar 2020. Desde el minuto cero, Sampaoli dejó en claro que este equipo y aquella búsqueda por llegar al Mundial no tenían que ver con él. Si Argentina quedaba afuera, todo continuaba.
Esa estrategia, expuesta ante los medios propios y europeos, costó 1 milón y medio de Euros (el valor de la rescisión del contrato del hoy DT). En medio de un proceso clasificatorio, que fue encarado tras un subcampeonato del mundo, la Argentina contabilizó cuatro presidentes (Grondona, Segura, Pérez y Tapia), cuatro técnicos (Sabella, Martino, Bauza y Sampaoli) y millones de dólares que salieron de una caja vacía.
Así, se llegó, negociando con FIFA, la reducción de una sanción que era justa (Messi insultó a un línea en la cara con alevosia) de cuatro fechas que dejaba al astro afuera de partidos clave. Sonrientes y hábiles se mostraron para reducir la pena del capitán. Una jugada oscura, con tufillo a acuerdo de época de Grondona, que ni siquiera tuvo resultados futbolísiticos: Argentina pudo contar con el diez pero no ganó en los partidos clave, siquiera de local (1 a 1 con Venezuela y 0 a 0 con Perú). Luego llegaría el partido en Ecuador donde un eliminado local sucumbió ante el 10.
El análisis parece eximir las formas y estrategias de un Sampaoli que desde el primer minuto disfrutó de todos los beneficios habidos y por haber. Pidió un cuerpo tecnico de 11 asistentes: un segundo entrenador, Juanma Lillo (español), además de un preparador físicio, Jorge Desio (argentino); un ayudante del cuerpo técnico, Lionel Scaloni (argentino); a los que se sumaron Matías Manna (argentino), Martín Tocalli (argentino) e Íñigo Domínguez (español); un entrenador de arqueros, Javier García (español); un adjunto de la preparación física, Sergio Domínguez (español), y un analista de videos: Jesús Olivera (español).
No satisfecho con eso, Sampaoli viajó luego por toda Europa para dar charlas y hasta se le realizaron en la concentración nacional en Bronnisty, tres estadios iguales, en sembrado y dimensiones, a los que iban a recibir a Argentina en la fase de grupos (Moscú, Nizhny y San Petesburgo), y aún así la Selección no hizo pie en ninguna de sus presentaciones.
Tiene forma de chiste el hecho de pensar que el recorrido repasado tenga un espacio reservado en la historia de los éxitos deportivos. El proceso de la Selección durante lo que debió ser la preparación para el evento más importante y esperado, se tranformó en una fórmula improvisada que derivó en un caos absoluto que amenaza con desnudar las miserias de todas las partes vinculadas aunque, si la pelotita da la chance y los resultados aparecen, todos quedarán impunes, de nuevo.
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