Mientras en casi toda la televisión argentina celebran, bromean o se indignan, porque Cristina Fernández de Kirchner no llora desde el balcón del departamento de San José 1111, Elisa “Lilita” Carrió reapareció para ensayar lo que, en cualquier otra boca, sería un gesto de humanidad. Pero tratándose de ella, que fue una de las impulsoras más activas del juicio y la condena contra la expresidenta, sus palabras suenan, cuanto menos, contradictorias. O directamente cínicas.
En el programa de Joaquín Morales Solá, en La Nación Más, Carrió dijo textualmente: “La verdad y la justicia y la condena no me pueden desprender a mí de que eso no significa que yo no tenga compasión por lo que está viviendo Cristina y su familia. […] Yo pienso en su hija, pienso en su hijo. Creo que hay que tener respeto por eso porque es una tragedia, independientemente de que sea culpable”.
Sí, así como se lee. Compasión. Tragedia. Respeto. Palabras que parecen salir del alma de una mujer en estado reflexivo, pero que, en boca de quien convirtió la denuncia permanente en un estilo de vida y una plataforma política, adquieren otro peso.
¿Estamos ante un acto de arrepentimiento tardío? ¿Un intento de lavar la imagen ahora que Cristina Kirchner ya no es el monstruo a vencer en las urnas? ¿O simplemente una expresión más del misticismo errático de Carrió, que pasa de la profecía apocalíptica a la caricia piadosa sin solución de continuidad?
ELISA CARRIÓ EN MODO “ZEN”
Como si eso fuera poco, Carrió aprovechó para disparar también contra el ecosistema televisivo de opinadores y panelistas que se desvive por analizar —o destrozar— cualquier hecho político: “Ahora hay constitucionalistas o pinólogos por todos lados. Una cosa que es imposible mirar la televisión. […] Me encuentro con unos panelistas… un horror”.
Irónicamente, lo dijo sentada en un estudio de televisión, compartiendo pantalla con otro opinador profesional como Joaquín Morales Solá. Una especie de “Lilita crítica de Lilita” que podría dar para una tesis entera en Comunicación Política.
CRÍTICA A ESPERT
No faltó tampoco su comentario sobre el exabrupto de José Luis Espert en la Universidad Católica Argentina, donde el diputado libertario lanzó una catarata de insultos impropios del ámbito académico: “¿Pero qué se cree este señor? ¿Dónde estaban?”.
Hay que recordar que Carrió no solo impulsó, sino que celebró con entusiasmo cada uno de los avances judiciales contra Cristina Kirchner. Y ahora, con el fallo de la Corte confirmado, saca a relucir una faceta empática que sorprende, desconcierta o directamente irrita.
Porque su “compasión” llega después del daño político ya hecho, cuando la figura de Cristina parece estar en retirada, y cuando ya no representa un peligro electoral para la oposición.
¿Es esto entonces un acto sincero de humanidad o un nuevo capítulo del eterno histrionismo de Carrió? ¿Es delirio místico o cálculo político para recuperar centralidad? Difícil saberlo.
Como tantas veces, Lilita habla desde un lugar que solo ella conoce. Pero mientras tanto, muchos de los que la escucharon no pudieron evitar preguntarse: ¿Y ahora con qué más va a salir?