Manuel Panaro siempre supo que jugaría en Gimnasia. Una vocecita se lo decía. Algo intuía cuando veía los partidos del Lobo desde Qatar, su primer destino internacional post Aldosivi. Comprendió, en tierras árabes fértiles para las terceras estrellas, que le tocaría vestir la camiseta que lucía su primo, Ignacio Miramón.
La que defendía Alan Lescano, su amigo y coterráneo de su Bolívar natal. Y que quizás en algún momento podría coincidir en el club con su hermano Bauti, quien transita las últimas etapas en Inferiores.


Lo que no sabía, Panaro, era que luego de consolidarse en 2024 y de ser opción durante la primera etapa de 2025, comenzaría el Clausura con un nivel tal que se metería en el equipo. Superando en la consideración a refuerzos invernales (un ejemplo: Maxi Zalazar, relegado al banco ante Independiente) en apenas tres fechas. Con ingresos vertiginosos como el que tuvo en un importante triunfo del domingo.
Con ocho duelos ganados de los nueve disputados, un tiro en el poste y un desequilibrio que pudo aprovechar cuando Gimnasia encontró los espacios, Manu pudo empezar a carretear con firmeza tendiendo al despegue. Cerrando así un círculo histórico.
Nacido en Bolívar en 2002, en una familia profundamente ligada a la pelota, su destino parecía estar marcado desde la cuna. Panaro dio sus primeros pasos profesionales en Aldosivi, donde debutó en Primera y disputó 29 partidos.
Luego, en una experiencia que parecía exótica pero que terminó siendo determinante para su madurez, viajó a Qatar y se sumó a Al Shahaniya. Allí ascendió a Primera, siendo figura, con tres goles y dos asistencias en apenas ocho encuentros, sin dejar de ver nunca a GELP para alentar a sus afectos.


El invierno del 2024 lo encontró de regreso. Fue una apuesta de la dirigencia, que lo incorporó al plantel y lo sumó primero a la Copa Proyección con la Reserva. Allí mostró que estaba listo: jugó nueve partidos y convirtió tres goles. Desde fines de ese año, empezó a demostrar en Primera. Y su crecimiento lo llevó a extender su vínculo hasta diciembre de 2027.
Hoy, con 23 años y las ideas claras, los 698 minutos que lleva jugados en el año son suficientes para imaginarlo como una pieza fija en un equipo que pareció ensamblado en el 1-0 ante Independiente. Manu no quiere quedarse afuera y lo demuestra dejando todo.