Apenas una semana después de protagonizar una violenta pelea en la Cámara de Diputados, el libertario Lisandro Almirón dejó de lado las diferencias y votó a favor de Oscar Zago como presidente de la comisión encargada de debatir el decreto de acuerdo con el FMI. La escena, que en cualquier otro contexto habría sido impensada, generó una ola de suspicacias dentro y fuera del recinto.
“Pese a toda la especulación voy a votar por Zago, porque ante todo está la República, ante todo está el presidente Javier Milei“, afirmó Almirón en medio de las burlas y el bullicio del kirchnerismo, que observaba incrédulo el inesperado giro. Minutos antes, la discusión se había centrado en la continuidad del senador libertario Juan Carlos Pagotto al frente de la comisión. Desde el bloque opositor insistieron en que el cargo debía rotar y propusieron al exmacrista y crítico de la gestión libertaria, Nicolás Massot.
El presidente de la Cámara de Diputados, Martín Menem, presente en la reunión, no ocultó su molestia. “La presidencia le corresponde a La Libertad Avanza. Quieren romper todo, son unos irresponsables”, lanzó. Sin embargo, con Pagotto imposibilitado de continuar, los libertarios necesitaron una alternativa para evitar que la oposición frenara la firma del dictamen. La solución fue Zago, quien tras abandonar la bancada oficialista pasó a un bloque propio, pero sigue identificado con las ideas de Milei.
¿Un conflicto fabricado?
La maniobra no pasó desapercibida. Si bien la pelea entre Zago y Almirón había sido catalogada como un escándalo en la sesión anterior, el desenlace de los hechos alimentó especulaciones sobre si el enfrentamiento no habría sido más que una cortina de humo. La violenta trifulca en la Cámara baja impidió que se votara el retiro de las facultades extraordinarias del presidente Milei, lo que benefició a la estrategia oficialista. Ahora, con el voto de Almirón, el libertarismo lograba nuevamente destrabar una situación adversa.
“Los deportivos y las especulaciones no le sirven a nadie, voto por Zago, ¡viva la libertad, carajo!”, remató Almirón, intentando cerrar la discusión y disipar las dudas sobre la extraña reconciliación. Sin embargo, la pregunta sigue en el aire: ¿fue real la pelea o solo una jugada estratégica para sortear las dificultades parlamentarias?