Murió Ozzy Osbourne y el mundo del metal se sacude con su partida. A los 76 años, el icónico líder de Black Sabbath deja una marca imborrable no solo por su música, sino por haber sobrevivido a décadas de excesos con alcohol y drogas. Lo insólito es que la ciencia tiene una posible explicación para eso: su genética. En 2010, su ADN fue secuenciado y los resultados revelaron mutaciones que podrían haberle permitido resistir lo que a otros les costaría la vida. En esta nota te contamos el secreto biológico detrás del “Príncipe de las Tinieblas”.
¿El gen del rock? El misterioso ADN de Ozzy Osbourne
En 2010, la empresa estadounidense Knome secuenció el genoma completo de Ozzy Osbourne, intrigada por cómo había logrado sobrevivir a tantos excesos. El análisis reveló varias mutaciones poco comunes en genes relacionados con el metabolismo de sustancias y la regulación emocional.
Entre los hallazgos, se detectó una mutación en el gen ADH4, que codifica una enzima crucial para la metabolización del alcohol. Esta variante podría haberle permitido procesarlo más rápidamente que una persona promedio, reduciendo sus efectos inmediatos.
Sin embargo, su genética también reveló una predisposición seis veces mayor a desarrollar dependencia al alcohol, lo que explica por qué, a pesar de esa “ventaja biológica”, cayó reiteradamente en consumos problemáticos.
Además, presentaba dos variantes del gen COMT, conocidos como los alelos “guerrero” y “preocupado”, que influyen en la degradación de neurotransmisores como la dopamina y la norepinefrina. Esta particular combinación genética podría haber contribuido tanto a su impulsividad como a su magnetismo escénico.
Una vida al límite: entre leyenda, caos y redención
Ozzy Osbourne fue más que un frontman descontrolado. Fue un símbolo del heavy metal, un pionero que cambió la historia del rock con Black Sabbath y luego con su carrera solista. Nacido como John Michael Osbourne en un barrio obrero de Birmingham, su infancia estuvo marcada por la pobreza, la dislexia, varios intentos de suicidio y una temprana fascinación por la música, especialmente los Beatles.
A lo largo de su vida, protagonizó episodios extremos que alimentaron su mito:
- Mordió la cabeza de una paloma viva frente a ejecutivos discográficos.
- Se comió un murciélago en pleno show (pensando que era de goma).
- Fue arrestado por orinar en un monumento histórico en Texas.
- Estuvo internado múltiples veces por sobredosis.
- En 1989, intentó estrangular a su esposa Sharon, bajo los efectos de una sobredosis combinada de alcohol y psicofármacos.
- Fue acusado en tribunales por incitar al suicidio de adolescentes con su música (fue absuelto).
- Y más tarde, fue la improbable estrella de un reality show familiar, The Osbournes, que marcó una era en la TV.
A pesar de todo eso —o quizás gracias a ello— logró sostener una carrera extensísima, formar una familia, reinventarse con éxito en los 2000 y, sobre todo, llegar a viejo en un cuerpo que parecía destinado al colapso prematuro.
El final de una era: despedida en paz, legado eterno
Ozzy Osbourne murió a los 76 años, una edad impensada para alguien con su historial clínico. En sus últimos años, enfrentó Parkinson, cirugías de columna, un accidente doméstico que casi lo deja inválido y varios retiros temporales de los escenarios. Sin embargo, hace solo unas semanas apareció en público para despedirse de sus fans, como si el artista hubiera anticipado lo que iba a suceder.
Su muerte marca el cierre de una etapa en la historia del rock, pero también deja flotando un interrogante científico: ¿Sobrevivió gracias a su genética? ¿O fue el puro instinto de un artista que no quiso morir antes de dejarlo todo?
Ozzy no solo desafió las reglas del rock. También desobedeció las leyes de la biología.