¿En que se relacionan la leche, el fútbol, las SAD, Gimnasia y el imperio silencioso de Saputo?. Mientras en la mesa de los argentinos se sigue hablando de “La Serenísima” como sinónimo de leche, desde hace unos 4 años una empresa canadiense tomó la delantera en el mercado sin que casi nadie lo note. Saputo Inc., uno de los mayores productores lácteos del mundo, es desde 2021 la principal elaboradora y comercializadora de leche en el país.
El dato sorprende, sobre todo porque la mayoría de sus productos se venden bajo una marca con fuerte arraigo nacional: La Paulina. Así, mientras muchos siguen creyendo que Mastellone (La Serenísima) es el actor principal, Saputo maneja, sin que la mayoría de sus consumidores lo sepan, la más importante parte del negocio lácteo del país.
La poderosa historia de Saputo en suelo argentino
En 2003, Saputo compró la empresa argentina Molfino Hermanos por unos 50 millones de dólares, lo que le dio el control de marcas como La Paulina, Molfino, Ricrem y otras.
Desde entonces, creció sostenidamente hasta transformarse en el mayor procesador de leche del país, con casi 1.400 millones de litros anuales, según datos del Observatorio de la Cadena Láctea Argentina (OCLA).
Un gigante discreto que supo colarse en la economía cotidiana de los argentinos con bajo perfil, mientras los debates del día pasan por la inflación, el ajuste, la creciente desocupación, la crisis y las góndolas cada vez más escasas.
SAPUTO Y EL BALÓN
Pero Saputo no solo juega en el terreno alimenticio. También lo hace, literalmente, en el fútbol. El nombre de esta multinacional aparece en la camiseta del Bologna FC 1909, equipo de la Serie A italiana.
Y no es casualidad: Joey Saputo, el empresario de raíces sicilianas que preside la compañía, es también el dueño del club italiano desde 2014. La conexión, que en apariencia parecería lejana, toma una vuelta inesperada cuando se observa quién juega hoy en ese equipo: el joven platense Benjamín Domínguez, surgido de Gimnasia y Esgrima La Plata, y vendido hace casi un año al Bologna.
Así, un chico nacido y criado en el Bosque de la capital bonaerense, que soñó con debutar en el Lobo, termina vistiendo los colores de un club europeo propiedad del mismo magnate que controla el mercado lácteo de su país natal.
Un destino casual, curioso, pero también revelador. Domínguez, símbolo de una cantera que resiste en medio de la crisis económica de los clubes argentinos, es ahora (sin buscarlo) parte de una maquinaria que combina producción alimentaria y fútbol globalizado bajo un mismo sello: Saputo.
¿SI DESEMBARCARAN LAS SAD?
La pregunta inevitable es: ¿qué pasaría si en Argentina tuviera cabida el proyecto de Mauricio Macri y Javier Milei para habilitar las Sociedades Anónimas Deportivas (SAD)? ¿Podría Saputo, o cualquier otro conglomerado extranjero, comprar clubes históricos como Gimnasia o su clásico rival?
Si se toma el modelo europeo como ejemplo —en donde Joey Saputo ya es dueño del Bologna y del Montreal FC en Canadá—, no sería extraño que actores con intereses diversos, desde lácteos hasta apuestas online, desembarquen con fuerza en el fútbol local.
Argentina tiene una tradición deportiva basada en el modelo de clubes como asociaciones civiles sin fines de lucro. Sin embargo, si el proyecto de SAD avanza, el camino quedaría allanado para que multinacionales como Saputo trasladen sus negocios al césped argentino.
Lo que hoy parece impensado —una camiseta de Gimnasia con el logo de una empresa canadiense, o un club platense gerenciado desde Montreal— podría ser parte de un futuro cercano.
Benjamín Domínguez, entonces, es algo más que un jugador en crecimiento: es un símbolo impensado de lo que está en juego. Su pase al Bologna no solo representa una oportunidad deportiva para él, sino también una señal de los intereses que se cruzan entre el fútbol argentino, la economía global y la política nacional.
Porque mientras discutimos precios en el supermercado, el dueño de la leche que tomamos también podría terminar siendo dueño de los clubes que amamos.
La historia de Saputo nos muestra que los negocios no tienen fronteras. ¿Estará la pelota a punto de cambiar de dueño?… ¿Y justo con ese nombre?