Donde antes había militancia en tinta, ahora hay sesiones de láser y explicaciones confusas. Geraldine Prais, la libertaria de los 25 animales y las frases tatuadas, decidió que no hay mejor forma de entrar en la política que deshacerse —literalmente— de todo lo que alguna vez dijo creer.
Porque se puede tener veinticinco mascotas en un monoambiente, tatuarse en la cara el lema “castrate” y vivir a puro rescate animal, pero apenas apareció una banca de concejal en el horizonte, los ideales se van borrando… con anestesia tópica.
Remover con láser
Este 29 de julio, Geraldine anunció por redes —como ya es costumbre— que está comenzando el proceso de remoción de todos los tatuajes de su rostro.
No fue por arrepentimiento espiritual ni por una evolución estética, no. Fue, según explicó, porque la frase “castrate” fue “malinterpretada” como una consigna feminista. “No representa lo que pienso”, aclaró. Faltó agregar: nunca estuvo tan claro lo que piensa.
Y no, no es feminista. Tampoco está a favor del aborto. De hecho, ni siquiera le interesa explicar demasiado qué piensa. “No voy a pasarme la vida dando justificaciones”, avisó.
A lo sumo, se borra la cara. Eso sí.
Por las dudas, también reafirmó que es “libertaria PURA de Milei”, una aclaración que nadie le había pedido pero que parece indispensable en un universo donde los libertarios se vigilan entre ellos como perros de criadero. Por ahora no hay tatuaje con la cara de Javier, pero no sería raro que lo tenga en el omóplato y no lo haya mostrado.
DE “CONSEJAL” A LIMPIEZA FACIAL
Recordemos que Geraldine Prais ya había sido tendencia días atrás por un posteo que contenía joyitas ortográficas como “derrepente” y “consejal” con “s”, y que terminó borrando cuando Twitter no tuvo piedad.
La militante libertaria con pasado animalista hoy ocupa el décimo lugar en la lista de concejales por Esteban Echeverría, y va camino a convertirse en un símbolo perfecto del nuevo marketing político bonaerense: espontánea, emocional, sin formación… y ahora, sin tatuajes.
Lo curioso —y ahí está el nudo del asunto— es cómo una persona que se tatuaba lo que pensaba, como quien escribe un testamento en la piel, ahora elige el láser porque “la imagen es importante”.
¿No era que venían a romper el sistema?
¿No era que el problema eran los políticos de traje y sonrisa falsa?
Bueno, parece que no era tan así. Parece que si el electorado no entiende tu cara, mejor blanquearla.
Es decir que donde antes había pasión, ahora hay protocolo; donde había tinta, hay corrección estética; donde había convicción, hay silencio. Geraldine no cambia de ideas, simplemente las va borrando. Porque en la nueva política libertaria, todo es posible. Incluso reescribirse… con láser. Como en la película “Memento”, pero al revés.