Sergio Massa parece, entre todos los dirigentes del peronismo, el que se toma en serio la unidad del espacio para enfrentar a Javier Milei. A la hora de poner el cuerpo y también cuando las luces se apaga intenta convencer a dos bandos de deponer las armas frente a un calendario que se mete en zona de definciones.
El líder del Frente Renovador -que ya plantó bandera en el PJ y aceptó sentarse en una mesa de viejos enemigos- encontró en la movilización del 18 de junio a Plaza de Mayo un “punto de inflexión” para el peronismo.
Allí encontró después de muchos meses a votantes, militancia y dirigencia empalmando por un reclamo en comun para “reorganizarse, unirse y construir una alternativa al gobierno de Javier Milei”. En los cuarteles renovadores ven, como algunos analistas políticos, un “efecto catalizador” en la reacción contra la condena de CFK, leída como intento de proscribir al peronismo. “Aceleró los tiempos”, admiten cerca del ex candidato presidencial.
La unidad que plantea Massa no viene condicionada por la lapicera -algo que distingue a los bandos en pugna- sino que busca trazar un horizonte hacia una hipotética gobernabilidad. La experiencia albertista -una unidad que en palabras de Carlos Bianco “dolió”- no es deseable.
“Tenemos que pensar en ganar y en gobernaro, no sólo en resistir”, plantean, con una audacia que por el momento no supo tener Juan Grabois con su planteo abstencionista o La Cámpora con la idea de un peronismo en modo barricada.
¿Cómo se consigue dar ese paso? Defendiendo a Cristina Kirchner sin dejar de pensar en “producción, trabajo e industria”, tres ejes corridos de la agenda por Javier Milei, y asumiéndose como “arquitecto” de la unidad peronista, sin prescindir de ninguno de los liderazgos que se mostraron en las últimas semanas. “Nadie sobra, todos son necesarios y aportan desde su lugar”, sostiene el massimo con la tarea de encontrarle un rol a cada uno de esos actores y ponerlos en función de un plan mucho mayor.