Henry Kissinger está muerto. Tenía cien años. Fue secretario de Estado de EEUU, consejero de Seguridad Nacional, diplomático, académico, representante de la más avasallante política norteamericana, y aunque parezca paradójico, hasta obtuvo el premio Nobel de la Paz.
Fue un hombre que influyó en la política internacional, que negoció con la Unión Soviética, que abrió las puertas a China, que intervino en la guerra de Vietnam para intentar salvar “el honor” de su país influyendo para que “se retire con dignidad” de su derrota abrumadora ante Ho Chi Minh. También medió en el conflicto de Oriente Medio.
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Fue el mentor de la intervención en América Latina en los años 70, tratándola como el patio de atrás de EEUU, promoviendo golpes de estado, e influyendo en la sostenibilidad de esos gobiernos ilegítimos.
Por esta causa, entre otras, podría afirmarse que Henry Kissinger fue uno de los criminales de guerra más notorios del mundo, aún con su nobel de la paz.
Aquí algunas razones que respaldan esta durisima e incontrastable descripción:
1) Orquestó el golpe militar en Chile, instalando la violentamente opresiva dictadura de Augusto Pinochet. Decenas de miles de personas desaparecieron forzadamente y luego fueron ejecutadas.
2) Dio luz verde a la represión asesina de la dictadura argentina en la que miles de personas fueron secuestradas, torturadas y asesinadas con consecuencias como los bebés robados y entregados bajo identidades falsas a otras familias.
3) Le dijo al general Suharto: “Es importante que todo lo que haga tenga éxito rápidamente” justo antes de que el ejército indonesio asesinara al menos a un cuarto de millón de timorenses durante la ocupación ilegal de Indonesia.
4) Saboteó las conversaciones de paz en Vietnam para su propio beneficio político. Amplió la guerra a Laos y Camboya, abogando por el bombardeo de “cualquier cosa que se mueva”. Se calcula que provocó 2 millones de vietnamitas muertos más.
5) En Camboya bombardeó indiscriminadamente zonas pobladas por civiles y mató a cientos de miles de camboyanos. Los números oficiales de muertos no se pudieron verificar. Kissinger también había afirmado que se trataba de “zonas despobladas”.
6) Su frase más recordada dice: “Lo ilegal lo hacemos de inmediato; lo inconstitucional tarda un poco más”. Así era, resumidamente, la filosofía de Kissinger.
DE ALEMANIA A LA CIMA DEL MUNDO
Henry Kissinger nació en Alemania, en 1923. Era judío. Su familia huyó de los nazis cuando él tenía quince años. Llegaron a Estados Unidos, donde se hizo ciudadano. Estudió en Harvard, donde se doctoró en Ciencias Políticas. Sirvió en el ejército durante la Segunda Guerra Mundial, donde participó en la liberación de los campos de concentración. Volvió a Harvard, donde enseñó y escribió libros. Estuvo siempre muy ligado a la familia Rockefeller. Fue consultor para varios presidentes, hasta que Nixon lo nombró asesor de Seguridad Nacional, en 1969. Dos años después, viajó en secreto a China, para preparar la histórica visita de Nixon. En 1973, se convirtió en secretario de Estado, cargo que mantuvo hasta 1977, con Gerald Ford. Ese mismo año, recibió el premio Nobel de la Paz, por el acuerdo de paz de Vietnam, que él negoció con Le Duc Tho, quien rechazó el premio. Él no lo hizo.
Henry Kissinger tuvo cuatro esposas y dos hijos. Escribió sus memorias, y fundó una consultora, a través de la que siguió siendo un referente para otros líderes. Murió ayer en Connecticut. Con él se va parte de la historia del llamado “Imperio Americano, al que ayudó como nadie a construir después de la Segunda Guerra Mundial.
SU INFLUENCIA EN NUESTRO PAÍS
Estuvo algunas veces en Argentina, muchas haciéndolo público, y otras en secreto.
Tanto en la época de la dictadura como en los años de Carlos Menem, se encargó de influir en las decisiones de llevar a Argentina bajo el ala estadounidense y a los ideales de la economía de libre mercado.
Fue amado por políticos, comunicadores y economistas vinculados a la derecha argentina. El periodista televisivo Bernardo Neustadt lo llevó a su programa Tiempo Nuevo en varias ocasiones.
Cuando gobernó Menem se deshizo en elogios para con él. Sus palabras, salvo matices por no ser del riñón peronista, podrían adaptarse y predecir perfectamente el futuro de Javier Milei. Seguramente el futuro presidente libertario debe haberlo despedido con lágrimas.