En una de esas postales geopolíticas que parecen escritas por un guionista con sentido del humor muy negro, el gobierno chino salió a bancar —con todas las letras— el swap de monedas con Argentina, un acuerdo vital para que el Banco Central no se quede completamente seco de reservas.
Mientras tanto, desde Estados Unidos, y más precisamente desde el “Trumpismo” con el que Javier Milei se abraza a cada rato, le piden al libertario que rompa con China, con ese “régimen comunista” que, sin embargo, hoy sostiene uno de los últimos pilares de estabilidad financiera que le queda al país.
¿Y ahora qué hacemos, libertarios de Twitter? ¿A quién le creemos? ¿Al amigo del alma Donald Trump, que lo deja plantado a Milei en Mar-a-Lago, mientras sus muchachos le piden que corte relaciones con China? ¿O al “dragón rojo” que, sin decir ni mu, le sostiene la respiración artificial al sistema financiero argentino?
“La cooperación entre China y Argentina contribuye a la estabilidad económica y financiera del país”, declaró el Ministerio de Relaciones Exteriores chino. Y de paso, aprovechó para tirarle un palo a Washington: “Llamamos a Estados Unidos a corregir su perspectiva y pensar en cómo puede ayudar al desarrollo de América Latina y el Caribe”. En criollo: dejen de operar para que se caiga el acuerdo, y hagan algo útil.
LA PARADOJA CHINA
El enroque es digno de una tragicomedia: un gobierno de orientación comunista defendiendo los intereses económicos de otro que lo detesta abiertamente.
Porque no es que Milei fue diplomático al hablar de China: la trató de “país comunista de mierda” y se jactó de no querer tener “ningún tipo de relación con gobiernos que no respeten la libertad”.
Y sin embargo, ahora depende —y mucho— de que esos “zurdos” sigan haciendo la vista gorda y manteniendo abierto el grifo del swap. Porque si se cae ese acuerdo, las reservas netas del Banco Central quedarían en niveles tan bajos que el temblor en el mercado cambiario sería inmediato.
El dólar pegaría un salto acrobático y los efectos se sentirían en toda la economía. Lo curioso es que ni la motosierra ni los tweets de apoyo de Elon Musk alcanzan para frenar una corrida bancaria.
Si critica el swap, dinamita su propio gobierno; si lo celebra, tiene que agradecerle al PCCh (Partido Comunista Chino) por haber evitado un default en cuotas. Un dilema digno de un capítulo de Black Mirror: Libertad o Ruina.
HABLAR O CALLAR, LA CONTRADICCIÓN LIBERTARIA
Ante este panorama, los libertarios enfrentan una situación incómoda.
Si piden que se cancele el swap, corren el riesgo de hacer volar por los aires al propio gobierno que apoyan. Pero si lo avalan, están admitiendo que China —el gran cuco del comunismo internacional— está actuando como sostén financiero del país. Una contradicción que haría poner colorado hasta a los gurúes de Ayn Rand.
Los seguidores del Presidente se debaten entre justificar con tecnicismos (“es sólo un instrumento financiero, no un alineamiento ideológico”) o fingir demencia y mirar para otro lado como si acá no pasara nada.
La realidad es que, guste o no, China está actuando más pragmáticamente que muchos supuestos defensores de la “libertad económica”. Porque mientras Milei grita contra el marxismo en “X”, el dragón rojo le está evitando (por ahora) un mamporro económico.
Entonces la pregunta es simple: ¿cómo se digiere que el salvavidas de un gobierno ultraliberal venga de la mano de uno comunista? ¿Y qué dice esto de la política exterior argentina, cuando sus aliados ideológicos empujan a romper relaciones que sostienen la mínima estabilidad?
Quizás estamos ante una nueva categoría ideológica: el “anarcochino funcional”. O el “libertario con swap rojo”.
Una síntesis extraña, pero necesaria, en tiempos donde la coherencia se doblega ante la necesidad de sobrevivir… al menos hasta que llegue el próximo desembolso.