Se terminó. Gimnasia, por fin, pudo gritar un gol. Después de 224 minutos, de dos partidos completos -la derrota ante Instituto y el empate ante San Lorenzo- finalmente pudo convertir. Y quien lo guió hacia la red de Independiente fue quizás el menos esperado de los titulares: Gastón Suso. El capitán saltó, metió un frentazo inatajable y marcó el final de la sequía.
Si bien el gol del Lobo llegó de una jugada a balón detenido, la génesis del 1-0 le dejó buenas sensaciones a Alejandro Orfila. Porque el tiro de esquina que Juan Pintado ejecutó para ponerle la pelota en la cabeza a Suso llegó de una presión ofensiva. Síntoma de que Gimnasia no dio por perdida una acción que, a la postre, terminaría en celebración.
Luego de un ataque infructuoso del que Independiente había logrado salir airoso, el bloque alto del equipo de Orfila funcionó: forzó un rechazo incómodo desde el lateral izquierdo que capturó Pintado en tres cuartos de cancha. La reacción posterior fue rápida y por poco no resultó efectiva: un pase del lateral derecho de Gimnasia buscó a Marcelo Torres, quien remató bien pero un cruce efectivo de Kevin Lomónaco envió el balón al tiro de esquina.
Luego, lo dicho: la muy buena ejecución de Pintado, el cabezazo de Suso y el grito desaforado de todo el Bosque. Que no sólo celebró la interrupción de la sequía sino también la sensación de que el equipo, al menos en esa acción, demostró el hambre que le piden desde las gradas.