A cuatro días de la difusión del video que mostró al ministro de Justicia, Mariano Cúneo Libarona, ofreciendo favores institucionales al activista conservador estadounidense Tim Ballard, la ministra de Seguridad de la Nación, Patricia Bullrich, rompió el silencio. Lo hizo en una entrevista radial donde intentó cerrar el tema con una explicación que, lejos de aquietar las aguas, expuso aún más las contradicciones internas del Gobierno.
“Yo eso lo analicé, hablé con él y todo quedó clarito”, dijo Bullrich en diálogo con Rivadavia AM630, como si se tratara de un simple malentendido protocolar. Según la ministra, el escándalo ya está “hablado y solucionado” y, en un intento de justificar el accionar de Cúneo Libarona, sostuvo que “puede pasar que alguien no tenga ni idea quién es”. “No todos estamos atentos a todo”, remató.
Pero el problema es que no se trata de alguien desconocido. Y mucho menos para la propia Bullrich. En una entrevista concedida hace apenas tres meses, la ministra no solo mostró conocer a fondo los antecedentes de Ballard, sino que brindó un perfil demoledor sobre su figura. “Tiene 23 causas de abuso, fue echado de todas las organizaciones contra la trata”, afirmó. Y agregó: “El señor Tim Ballard se aprovechó en 23 oportunidades de mujeres que ponía como pantalla para procedimientos de trata y después las abusaba. Yo cuido mi gobierno, nosotros no lo recibimos”.
La contradicción es flagrante. La misma funcionaria que en mayo aseguraba que el Gobierno había tomado distancia de Ballard por su historial criminal, hoy intenta minimizar la gravedad del escándalo protagonizado por uno de los ministros más cuestionados del Gabinete. En lugar de pedir explicaciones o exigir responsabilidades, Bullrich se limitó a decir que “ya hablé con Mariano, entendió y así va a quedar”. Un cierre que no convence ni al propio oficialismo.
Una versión que no cierra por ningún lado
La ministra tampoco explicó por qué, si en su momento se negó expresamente una reunión con Ballard “porque el Gobierno no puede recibir a un abusador”, el ministro de Justicia no solo lo recibió, sino que le ofreció gestiones con jueces, acceso a medios de comunicación y respaldo para un proyecto legislativo. En todo caso, las palabras de Bullrich dejan una certeza incómoda: en el Gobierno sabían perfectamente quién era Ballard.
Lejos de ser un error individual o un acto de ingenuidad, el encuentro entre Cúneo Libarona y el activista estadounidense parece haber contado con cierto nivel de aval o, al menos, de conocimiento previo dentro del Ejecutivo. No por nada el propio Ballard, en la grabación, se muestra confiado y receptivo al recibir promesas de ayuda estatal por parte del ministro argentino.
En su afán por cerrar el tema sin costos políticos, Bullrich termina reconociendo que hablaron del asunto en el Gabinete. Pero, en lugar de actuar en consecuencia, el Gobierno optó por encubrir, minimizar y blindar a uno de sus propios funcionarios. En definitiva, lo que iba a ser un gesto de “responsabilidad institucional” terminó siendo una escena más de la impunidad que antes prometían combatir.