Germán Kiczka, exdiputado provincial de Misiones, fue condenado a 14 años de prisión por tenencia y distribución de material de abuso sexual infantil. La noticia apareció en todos los medios corporativos, pero ninguno mencionó a qué partido pertenecía.
Si hubiera sido peronista, lo sabríamos desde el título.
LOS MEDIOS ELIGEN QUÉ DECIR Y QUÉ NO
La noticia es contundente: Germán Kiczka, exlegislador de Misiones, fue condenado a 14 años de cárcel por almacenar, consumir y compartir videos de abuso sexual infantil. La Justicia actuó, la condena llegó, y los medios corrieron a informar. Pero con una omisión llamativa: nadie dijo de qué espacio político era Kiczka. Raro, ¿no?
En Argentina, cuando el implicado es del palo peronista, el partido aparece hasta en el título. “Exlegislador K”, “Dirigente ultra kirchnerista”, “Funcionario cercano a tal o cual”. Pero si el acusado no milita en el campo nacional y popular, el rótulo se esfuma. Desaparece. Queda solo “exdiputado”. Limpito. Sin identificación. Neutral.
Kiczka, por supuesto, no es peronista. Por eso su color político quedó borrado del relato. No fue accidente: es patrón. Una línea editorial que se repite. La misma que aplica en casos de corrupción, violencia o escándalos donde los involucrados son del círculo de confianza de los grandes medios o de los partidos de derecha. Cuando es un “propio”, se suaviza. Cuando es un “otro”, se prende fuego.
VIOLACIÓN NO ES “PORNO”
Y ni hablar de cómo se trata el delito. Siguen diciendo “pornografía infantil”, cuando en realidad se trata de registro audiovisual de abusos sexuales cometidos contra menores de edad. No hay “porno” donde hay violación. No hay consumo inocente. Hay crimen. Grave. Y punible.
En Argentina, el Código Penal castiga con hasta 10 años de prisión la simple tenencia de ese material. Si además se comparte, como en este caso, la pena se agrava. Lo mismo sucede en Estados Unidos, Francia, Alemania o Reino Unido. El que mira, también abusa, porque sostiene el circuito criminal con su demanda.
Pero en vez de usar ese foco, los medios optaron por otro. O directamente, por mirar para otro lado. La omisión del partido de Kiczka no es menor: es parte de un mecanismo sistemático de encubrimiento ideológico. Una forma de moldear la indignación pública según convenga. Del video de Patricia Bullrich apadrinando su candidatura a legislador no dicen ni “mu”… ni “cuac”.
Hoy el condenado es Germán Kiczka. Pero el silencio alrededor suyo también condena. A los medios. A su doble estándar. Y a la complicidad que muestran cuando el escándalo no le conviene al espacio político que prefieren cuidar.