Estudiantes vivió una jornada que no le tocaba atravesar hace mucho tiempo. Pasó de la ovación a Eduardo Domínguez en la previa al inicio del partido, a los silbidos y abucheos a los jugadores, que se fueron al descanso cayendo 1-0 y dejando una mala imagen. Un equipo deslucido que, a pesar del planteo táctico del DT, continuó en la misma sintonía.
Lejos quedó el orden, la tranquilidad y el equilibrio que caracterizó hasta aquí al equipo de Domínguez. Con la presión del Estadio encima, el Pincha fue un manojo de nervios, se llenó de imprecisiones y expuso sus peores falencias defensivas, con Funes Mori como el más apuntado de la línea de fondo.
Los hinchas perdieron la paciencia y descargaron su bronca acumulada, cantando contra los jugadores y exigiendo reacción. Un clima tenso que fue creciendo con el correr de los minutos y un equipo que no brindaba garantías defensivas ni tampoco generaba situaciones de peligro claras.
Sin embargo, una obra de arte de Cetré lo cambió todo. En una ráfaga de cinco minutos, el colombiano empató el partido con una genialidad y luego asistió a Castro para ganar el partido. Una aparición clave y necesario. Porque el Pincha terminó logrando desde la individualidad lo que no podía desde lo colectivo y se llevó más que tres puntos.
Se llevó algo de respiro y confianza de cara a lo que viene, porque, al fin y al cabo, más allá del rendimiento, ganar lleva siempre tranquilidad. Y vaya si la necesitan Domínguez y sus dirigidos, que llevaban 12 partidos sin ganar. Una victoria que lo cambia todo y que le da vida al DT para, si así lo decide, continuar trabajando con el equipo. Cuando parecía que todo se derrumbaba, Cetré fue el salvador y Estudiantes se desahogó.