Fue un partido para cumplir con el fixture y para que los hinchas triperos puedan expresar su enojo. No más. Poco importaba, a estas alturas, si Gimnasia ganaba o no, si jugaba bien o no, si Flores planteaba bien la táctica o no. El Lobo llegó al duelo con Platense golpeado por la eliminación y abrumado por el contexto.
Silbidos e insultos en el comienzo del partido, cánticos contra jugadores, cuerpo técnico y dirigentes durante los 90 minutos, y una bronca contenida que, por momentos, se mezcló con cierta indiferencia y desazón por parte de los hinchas.
Lo único a lo que pudo aferrarse el plantel es al empuje, las ganas. Ante la falta de claridad y de juego, el Lobo tuvo su aspecto positivo en la entrega, con Jan Hurtado como bandera. Por momentos, el equipo mostró buenas intenciones e intentó abstraerse del contexto y de la presión.
La falta de ideas fue evidente y Gimnasia no lograba romper el cero ante un equipo que, clasificado, no le movía la aguja el resultado en el Bosque. Si bien sobre el final el equipo de Flores se mostró más ambicioso que la visita, al mismo tiempo encontró en su arquero, una vez más, a la figura del equipo.
Durante los momentos de domino del Calamar, el equipo de la dupla Orsi-Gómez generó daño y se chocó con las enormes atajadas del Mono Insfrán, que una vez fueron claves para sostener el resultado de su equipo.
Sobre el final, llegó el desahogo gracias al gol de Garayalde y algo de alivio para Gimnasia. Sin mucho más, el Lobo se despidió del campeonato con un triunfo y cortó la racha de ocho partidos sin victorias. Eliminado de los playoffs y con la necesidad de sumar puntos, ahora pone la mira en el Clausura. A barajar y dar de nuevo.