El domingo por la noche, en el programa La Cornisa de Luis Majul, transmitido por La Nación +, el periodismo argentino presenció otro capítulo de su más vergonzosa decadencia. Majul y Alejandro Fantino, dos figuras mediáticas que hacen de la adulación al poder su especialidad, se reunieron para cantar loas al presidente Javier Milei.
En esta oportunidad, se aferraron a una anécdota relatada por el senador Luis Juez, destinada a moldear a Milei como un político de “gestos únicos” y “bondad inigualable”.
Sin embargo, este relato de heroísmo personal contrasta brutalmente con las políticas frías y despiadadas que el libertario está implementando desde su llegada al poder, especialmente con la temática de discapacidad.
El gesto, la lágrima y el silencio cómplice
Luis Juez narró que, durante una noche fría en Córdoba, recibió una llamada de Milei para hablar sobre su hija, Milagros, quien vive con parálisis cerebral desde pequeña.
Según Juez, el gesto del presidente le resultó tan conmovedor que aseguró estar dispuesto a apoyarlo, a pesar de diferencias ideológicas.
Majul y Fantino no solo amplificaron esta historia, sino que la colocaron en un pedestal como si fuera prueba irrefutable del “corazón generoso” y humano del mandatario.
Fantino y Majul alabando a Milei
Pero, ¿qué significa realmente esta anécdota? Para el periodismo que se arrastra detrás del poder, representa la oportunidad de humanizar a un presidente cuya gestión ha demostrado desprecio por los sectores más vulnerables, incluidas las personas con discapacidad.
Milei y el recorte que no se cuenta
Mientras Majul y Fantino se deshacían en elogios, el resto del país enfrenta una realidad insoslayable: el gobierno de Javier Milei está ejecutando un recorte brutal en el área de discapacidad.
Desde la rescisión de contratos de 135 empleados de la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) hasta la reducción de presupuestos esenciales, las políticas libertarias están vaciando la estructura de apoyo a personas con discapacidad, dejando a muchas de ellas y sus familias en una situación desesperante.
Guadalupe, una trabajadora de la ANDIS con discapacidad visual, denunció públicamente que fue despedida sin justificación: “Es un ajuste brutal. Milei no sabe de discapacidad, y su gestión no tiene sensibilidad ni respeto por los derechos humanos”.
Este testimonio, que en su momento, debería haber sido noticia de portada, fue relegado al olvido por los mismos medios que prefirieron resaltar una hipotética llamada telefónica como ejemplo de grandeza presidencial.
La doble moral mediática
La cobertura acrítica de Majul y Fantino no solo perpetúa la narrativa de Milei como un “presidente diferente”, sino que también cumple un rol activo en el encubrimiento de sus políticas más crueles.
Al centrar la discusión en anécdotas personales y gestos simbólicos, se desvía la atención de los efectos devastadores de sus decisiones fácticas y reales sobre millones de argentinos.
¿Dónde está el análisis riguroso?
¿Dónde están las preguntas incómodas?
¿Dónde está el periodismo que cuestiona al poder?
Fantino, quien se autoproclama como “mentor de Milei”, ha abandonado cualquier pretensión de independencia para convertirse en su escudero mediático.
Majul, fiel a su estilo, sigue arrastrándose detrás del poder, buscando algún beneficio personal o profesional.
Un héroe de cartón
Es irónico que quienes presentan a Milei como un héroe no mencionen su historial de ataques a las personas con discapacidad. Desde despedir trabajadores esenciales hasta desfinanciar programas críticos, el libertario demuestra cada día que su prioridad no son las personas, sino el déficit cero a cualquier costo.
La maquinaria mediática que convierte a Milei en un héroe y silencia sus atrocidades no es más que una extensión de su gobierno.
Esos mismos periodistas que deberían ser el contrapeso del poder se transforman en sus socios incondicionales, perpetuando una narrativa que blanquea sus actos más miserables.
La realidad tras el relato
El gesto de Milei hacia Luis Juez puede ser cierto o no. Lo que es indiscutible es la desconexión entre ese gesto y sus acciones como presidente.
No se puede medir la moral de un mandatario por una llamada telefónica, sino por las políticas que implementa y el impacto que estas tienen en la vida de las personas.
Y en ese sentido, Javier Milei no es un héroe; es un villano al que intentan disfrazar de salvador, amparado por un periodismo cómplice que hace décadas abandonó la verdad en pos de sus propios intereses.