Durante décadas fue apenas un recuerdo, una leyenda encerrada entre mareas heladas y películas de acción. Pero Donald Trump lo volvió a hacer: anunció que quiere reabrir la cárcel de Alcatraz. La famosa prisión en la isla frente a San Francisco, famosa mundialmente por sus reclusos infames, por su dureza y por su imposible fuga, podría volver a alojar a los “delincuentes más violentos” de Estados Unidos.
El anuncio no llegó a través de una cadena nacional ni en una rueda de prensa oficial. Como ya es su costumbre, el presidente estadounidense usó su red social Truth Social para lanzar la bomba: “Estados Unidos ha sido plagado de criminales reincidentes y despiadados. Por eso ordeno la reapertura y ampliación de Alcatraz”. En esa misma publicación, se refirió a la prisión como un símbolo de “ley, orden y justicia”.
La medida, tan sorpresiva como polémica, activó todos los resortes mediáticos y políticos. ¿Se trata de una jugada demagógica? ¿Un gesto de autoridad simbólica? ¿Una verdadera reforma penitenciaria con impacto real? Lo cierto es que Trump parece decidido a dejar su sello de “mano dura” con una medida de alto impacto visual y emocional casi hollywoodense.
VISITA OBLIGADA PARA TURISTAS
Alcatraz, cerrada desde 1963, fue durante casi 30 años la prisión federal más temida de Estados Unidos. Por sus celdas pasaron Al Capone, George “Ametralladora” Kelly y otros criminales célebres. Su cierre se justificó por los altos costos operativos: mantener una cárcel en una isla, con todo lo que eso implica en logística, era insostenible.
Desde entonces, se convirtió en atracción turística, administrada por el Servicio de Parques Nacionales y declarada Monumento Histórico Nacional.
Ahora, la administración Trump quiere revertir eso. Según detalló en su anuncio, trabajará con el FBI, el Departamento de Justicia y el Departamento de Seguridad Nacional para convertir la antigua cárcel en una instalación de máxima seguridad moderna. El objetivo: alojar a los reos más peligrosos del país y enviar un mensaje contundente sobre cómo se deben tratar ciertos delitos.
Pero el anuncio no vino solo. Casi en paralelo, Trump sembró dudas sobre el respeto al debido proceso legal, sugiriendo que no está claro si todos –ciudadanos o no– deberían tener las mismas garantías constitucionales.
Esta postura encendió aún más las alarmas sobre el carácter regresivo de su política penal y migratoria, que ya recibió duras críticas por casos como el del salvadoreño Kilmar Ábrego García, deportado por error y encarcelado en El Salvador.
Entre las comparaciones inevitables que empezaron a surgir, en redes sociales, hubo una que apareció casi como un chiste… aunque no del todo…
MILEI Y BULLRICH, ¿A IMAGEN Y SEMEJANZA?
¿Y si Javier Milei en Argentina toma nota? ¿Y si en su afán de alinearse con la doctrina Trump encuentra inspiración en una medida de este tipo?
Porque si hay una cárcel con historia, leyenda y aislamiento extremo en el sur del continente, esa es la de Ushuaia, en Tierra del Fuego.
Famosa por ser la “cárcel del fin del mundo”, ese penal operó entre 1904 y 1947, y tuvo entre sus presos al anarquista Simón Radowitzky, y al Petiso Orejudo, entre otros. Fue cerrada hace más de 75 años, y hoy es un museo y atractivo turístico que recibe miles de visitantes cada temporada…como Alcatraz.
Por ahora, nada indica que el gobierno argentino tenga intención de imitar a Trump en este terreno. Pero con antecedentes de admiración declarada casi faldera, y con una agenda discursiva que muchas veces emula la retórica estadounidense, no sería completamente descabellado imaginar alguna ocurrencia de tono similar.
Una cárcel emblemática, reabierta como símbolo de “orden”, en un país donde el discurso de la mano dura vuelve a tener eco.
Pero a no perder el foco: la noticia es Trump. Es Estados Unidos. Es Alcatraz. Un ícono del castigo extremo, del encierro absoluto, que podría volver a latir en medio del Pacífico como una roca oscura en el horizonte.
Por suerte, quizás para esta copia, tampoco haya plata al sur de América.