Después de más de dos décadas en Barcelona la última semana deparó una imagen que nadie creyó que fuera posible: Lionel Messi vistiendo la camiseta de otro club. El capitán y referente de la Selección Argentina fue presentado ayer como nuevo jugador del PSG y será parte de la liga de Francia, cumpliendo lo que Diego Maradona quiso pero Nápoli no permitió.
Allá lejos y en el tiempo, hace más de treinta años, Maradona estuvo muy cerca de jugar en la Ligue 1 como ahora lo hará Messi, aunque no en París sino en Marsella. Ese era su deseo, en busca de nuevos retos pero además de un campeonato en apariencia más tranquilo y de un país que le permitiese otro estilo de vida.
Maradona, a un paso del Olympique
Diego Maradona se fue del Nápoli en 1991, cuando decidió regresar a Argentina para cumplir en el país la sanción que le había sido impuesta tras dar positivo en un control anti-doping, pero bien pudo haber salido dos años antes. Con los títulos de Serie A y Copa Italia en la temporada 1986/87 en sus espaldas, el Diez ya no estaba tan a gusto como antes.
La temporada 1988/89 estaba entrando en la recta final cuando Diego tomó la decisión de cambiar de rumbo. Michel-Georges Basilevich, quien por entonces era agente del Diez y también era cercano a Johan Cruyff, se contactó con Michel Hidalgo, director deportivo del Olympique de Marsella, para ofrecerle los servicios del 10.
Hidalgo se comunicó con Bernard Tapie, por entonces presidente del club, y rápidamente comenzaron a construir la ingeniería económica para hacer real ese sueño. “Me ofreció todo lo que yo quisiera y mucho más ”, admitió el propio Maradona en su autobiográfico libro ‘Yo soy el Diego’, muchos años del pase de Messi que hoy sacude al mundo.
“El tipo me dijo: ‘No hablemos de cifras, yo pongo el doble de lo que le da el Nápoli. Lo quiero a usted, sí o sí’”, contó el Diez en ese relato, y a juzgar por lo que los diarios de Francia decían en aquel entonces no faltó a la verdad: se llegó a hablar de una mansión en una zona exclusiva, de seguridad privada y de una cochera para todos sus coches.
Aquel Olympique de Marsella del que Maradona finalmente no podría ser parte marcaría una época en el fútbol francés ganando la Ligue 1 cuatro veces (1988/89, 1989/90, 1990/91 y 1991/92) y la Champions League en una ocasión (1992/93). Igualmente el final de la historia no fue el mejor: en 1994 los condenaron al descenso por el arreglo de un partido.
La negativa del Nápoli a liberar a Diego
El mayor inconveniente para el deseo de Maradona y el sueño de todos en el Olympique de Marsella, sin embargo, tenía nombre y apellido: Corrado Ferlaino, presidente del Nápoli. El Diez siempre dijo que le había prometido que si ganaban la Copa UEFA accedería a su venta, pero a pesar del título eso nunca sucedió.
“El tema era quién se hacía cargo de dejarme ir y yo creo que ése era el terror de Ferlaino. Para el napolitano el que firmara mi libertad estaba condenado para siempre. Todos iban a decir: ‘Ese hijo de puta es el que dejó ir a Maradona’ ”, reflexionaría luego el propio Diego en su libro. En el caso de Messi, para muchos, ese rol quedará para Joan Laporta.
La promesa de Ferlaino se dio en vísperas del duelo de vuelta en Semifinales, en donde tacharon nada menos que al Bayern Munich. En la Final, luego, levantarían el trofeo ante el Stuttgart. “Para mí era todo junto: el primer título internacional con un club, el nombre del Napoli en Europa y el pase”, diría Maradona sobre esa transferencia que no fue.
Ferlaino se excusó en que la promesa no había sido más que una motivación extra, y remarcó que su intención era ceñirse al contrato que había firmado hasta 1993. “Maradona se quedará en Nápoles mientras yo quiera que se quede en Nápoles ”, diría como frase célebre. A partir de allí la relación entre presidente y jugador terminó por romperse.
Si bien el Olympique inició la década que vino luego siendo uno de los mejores equipos del continente, el Nápoli en el que permaneció Maradona hasta mediados de 1991 también tuvo algunos títulos para festejar: en 1989/90 conquistaría su segundo Scudetto y también ganaría la Supercopa Italiana en 1990. En 1992, cumplida ya la suspensión, volvería a coquetear con el Marsella pero finalmente se decantaría por el Sevilla de Carlos Bilardo.