Tal como describen desde el Servicio Meteorológico Nacional (SMN), los rayos son enormes y poderosas descargas eléctricas que ocurren en las nubes. Son repentinos e impredecibles y si bien la mayoría de las veces su recorrido es corto, también pueden extenderse por kilómetros.
Estos pueden aparecer en el interior de una nube de tormenta (rayos intra-nube) o entre la nube y el suelo (rayo nube-tierra), y necesita de varias condiciones para ocurrir: aire inestable, gran cantidad de humedad y un mecanismo de ascenso de aire.
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Por encima de los 5.000 metros de altura, las gotas de agua congeladas y los cristales de hielo en la nube chocan y se rompen al frotarse entre sí, cargándose de energía. Las intensas corrientes de aire separan las cargas eléctricas, llevan las positivas a la parte superior de la nube y negativas a la base, lo que induce una carga positiva en la superficie de la Tierra (los opuestos se atraen).
“En condiciones normales, el aire es un buen aislante de electricidad. Pero cuando hay una nube cargada, aumenta el potencial eléctrico dentro de la nube, y entre la nube y la superficie de la Tierra”, detalla el organismo nacional.
Cuando la diferencia de potencial o “voltaje” es muy grande, el aire comienza a conducir electricidad y se abre camino por un canal conductor por el que pasa esta enorme cantidad de electricidad.
¿Qué se produce primero… el rayo o el trueno?
Un rayo puede calentar el aire a su alrededor hasta alcanzar temperaturas de 30.000°C y generar una expansión violenta del aire que produce un sonido muy potente, conocido como trueno. Además también da lugar a un destello de luz que esclarece momentáneamente el cielo, al que llamamos relámpago.
El relámpago y el trueno se producen al mismo tiempo, pero el relámpago que vemos es luz y el trueno es sonido. Ambos son ondas, pero en el aire la onda de sonido viaja muchísimo más lento que la de luz. Por lo tanto, cuando más lejos estemos del lugar de impacto, más tardará en llegar el sonido.
Pararrayos: ¿qué son y para qué sirven?
El pararrayo fue inventado por Benjamín Franklin en 1753. Su función es interceptar los rayos desde las nubes de tormenta hacia el edificio o construcción en donde se encuentre instalado, logrando dispersar las corrientes eléctricas captadas en el suelo.
Sin embargo, colocar el instrumento no asegura que todo rayo en cercanías sea “atrapado”. En ocasiones, por el contrario, puede fomentar su caída en los alrededores e incrementar el riesgo de vida.
Precauciones frente a la actividad eléctrica
Es extremadamente peligroso que la tormenta nos encuentre al aire libre, por lo que es crucial tomar ciertas medidas de seguridad. En primer lugar, debemos permanecer en nuestras casas bajo techo, lejos de las ventas. Además, hay que evitar utilizar grifería y desenchufar todos los aparatos eléctricos.
En caso de estar al intemperie, es útil refugiarse dentro de un coche o edificio y evitar permanecer debajo de árboles o estructuras abiertas.
Evitar:
- Áreas abiertas como campos de deportes y canchas.
- Estar dentro del agua o cerca de piletas, lagos, mar, ríos.
- Estar cerca de objetos altos aislados como árboles, postes de luz, palos, etc.
- Contacto con estructuras metálicas largas por ejemplo alambrados o cañerías.
- Estar cerca de cuadrúpedos por ejemplo vacas, caballos, etc.
Lugares no seguros:
- Autos descapotables o con techo no metálico.
- Vehículos abiertos sin ventana como tractores.
- Carpas.
- Refugios de parada de colectivo.
Si nos encontramos al aire libre, la posición de seguridad más recomendada es de cuclillas, lo más agachado posible, con las manos en las rodillas, tocando el suelo solo con el calzado.
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