Fernando Muslera, 38 abriles para 39, se ha destacado a lo largo de los años como un excelente arquero. No por nada jugó cuatro Mundiales, cinco Copas América -una ganada- y se transformó en el jugador más ganador de la historia del fútbol de Turquía (39 títulos). Ahora bien: el refuerzo que el próximo viernes se sumará a los trabajos de Estudiantes tiene otra pasión deportiva.
Muslera se ha mostrado tanto en sus propias redes sociales como también en la de su esposa Patricia Callero jugando al pádel. Un deporte que le permitió despejarse de la rutina de la pelota número 5 durante sus últimos años en el fútbol turco.
FERNANDO MUSLERA
REFUERZO DE ESTUDIANTES
Tanto es así que el propio Galatasaray llegó a subir imágenes suyas pegándole con todo a la pelotita en una cancha de carpeta con blindex. Y haciendo dupla con Lucas Torreira, también integrante del plantel del cuadro de Estambul.
Tanto dividtiéndose con Patricia como dándole de revés a la pelota con Torreira, Muslera parece haberse acoplado a una moda de un deporte que ha vuelto a estar en auge tanto en la Argentina como en todo el mundo. Y que es especialmente elegido por los futbolistas por diversos motivos que están ligados incluso a la práctica del deporte más pasional del planeta.
¿Por qué los jugadores de fútbol eligen el pádel?
Aunque a simple vista parezcan disciplinas distintas, el fútbol y el pádel comparten varios principios que hacen que muchos jugadores de uno se sientan cómodos en el otro. La transición entre ambos no es casual: hay factores comunes que explican esta afinidad.
En primer lugar, la coordinación. El futbolista desarrolla desde joven la habilidad para moverse en múltiples direcciones, tanto girando hacia los costados como retrocediendo. Esta capacidad resulta esencial en el pádel, donde cada pelota puede obligarte a responder con agilidad en espacios reducidos. A diferencia del tenis, en el pádel la dinámica exige que la pelota esté en constante movimiento lateral y hacia atrás.
Otro punto clave es la noción de equipo. A diferencia de los deportes individuales, el pádel se juega en pareja. Para quienes vienen del fútbol, esa interacción fluida con un compañero ya forma parte de su ADN: moverse en función del otro, tomar decisiones compartidas y anticiparse al juego rival.
La rapidez mental también se traslada. En fútbol, cada jugada demanda una elección veloz entre múltiples opciones. En el pádel ocurre algo similar: cada golpe implica calcular la trayectoria, prever el rebote y leer la disposición rival para generar una situación ventajosa.
Finalmente, está el manejo del espacio. El futbolista crece buscando zonas libres donde recibir o pasar la pelota. En pádel, ese instinto se traslada a encontrar el hueco justo en la pista donde la pelota puede complicar al adversario.