Judiciales y Policiales
OPINIÓN

Si nos organizamos comemos todos: apuntes para la construcción del biojusticialismo

"Es el momento de construir el biojusticialismo. Mirar de frente el Siglo XXI, pensando en grande. Organizarnos para comer todos", opina el autor de esta nota.

El planeta se enfrenta a un enorme desafío. La temperatura sube, los océanos se tornan más ácidos, la aridez se impone, la población global tenderá a crecer y volverse longeva, necesitaremos más urbanización. Los especialistas nos dicen que no falta tanto para cruzar algunas barreras a máxima velocidad, que nos pongan cara a cara con dilemas éticos, políticos y económicos. Más fácil, en unos veinte años podemos tener severos faltantes de agua, energía eléctrica y alimentos.

Black Mirror murió. La realidad llegó antes, más desordenada, sin guion. La historia se acelera y los saltos son cada vez más veloces y exponenciales. Mi abuelo, que falleció con casi 90 años, construyó su primera radio a válvulas, y dejó la vida terrenal habitando Whatsapp y haciendo pagos digitales. Todas esas transiciones llevaron unas siete u ocho décadas. En mi caso, con 38 años, viví en poco menos de tres décadas, casi la totalidad de saltos cuánticos que experimentó mi abuelo.

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¿Y esto qué? Esto todo. Porque cambió todo. Seguimos con el software de fábrica de mediados del Siglo XX. El trabajo registrado y estable para toda la vida. El trabajo como dador de identidad (bancario, metalúrgico, profesor, etc.). El trabajo como forma de brindar cobertura: el hotel sindical, la mutual, la canasta navideña con sidra y pan dulce. Eso murió. Lo poquísimo que queda, explora los propios límites de una sociedad que mutó. La idea de estudiar una carrera (como sinónimo inexorable de la movilidad social ascendente) también está en crisis. Sabemos que brinda alguna herramienta, aunque en este momento la inteligencia artificial viene a poner en tensión todo lo que rodea al campo del saber y el aprendizaje.

Pero esto no es, o no pretende ser, la descripción del apocalipsis. Por el contrario, es una invitación a un futuro en el que aparecen oportunidades. No es fácil, pero nunca lo fue. A mediados del Siglo XX había pleno empleo, pero hubo una Guerra que motivó migraciones, y un montón de otras complejidades. Por eso, el tema es calibrar el instrumental, construir un objetivo y organizarse. Sí, si nos organizamos comemos todos.

La bioeconomía nos abre una enorme ventana de oportunidad. Puntualmente la disrupción biológica. ¡Pará chabón! Metiste dos términos en mandarín. Bioeconomía y disrupción biológica. ¿Qué es eso? Bueno, ejem, vamos al principio. Va a faltar agua, va a faltar alimento, va a faltar energía. El Planeta está sobrecalentándose. En ese plano, quienes encuentren las mejores estrategias en manejo de las ciencias de la vida, y puedan escalarlas, desplegarlas con potencia, tendrán una oportunidad de liderar el mundo Siglo XXI.

¿Y qué es eso? Bueno, todo el desarrollo de capacidad de cálculo, las computadoras, las redes neuronales, la IA; a lo que se añade la conectividad, el 5G, satélites, parece no haber encontrado un correlato, todavía, en la biología. Metáfora fierrera, la vida digital y conectividad corren en McLaren, mientras que la biotecnología va en Sauber. Sí, las dos corren en Fórmula 1, están ahí, pero a la segunda escudería hay que meterle recursos para que pueda competir con el mismo ritmo de carrera que la primera.

Argentina, continuando, es el Colapinto de este esquema. ¿Qué? Sí, vamos en Williams, y alguno de los miembros del equipo viene estrellando el auto hace varias carreras. Sin embargo, ahí está Franquito, con toda la potencialidad. Tenemos agua (bastante), tenemos la capacidad de generar energía, y la posibilidad de producir alimentos. Pero a eso, debemos agregar algo que es bien nuestro: tenemos una pila de talento. Bocha de científicos con capacidad de colaborar, como hizo Bizarrap con el piloto de Pilar, de ayudarse entre sí, de construir redes, lazos, equipo, de empujar juntos al único camino que nos llevará a la gloria. Argentina tiene que ser la capital global de la bioeconomía.

El justicialismo, desde donde escribo, tiene que hacer de sus tres banderas una materialidad. Independencia económica, soberanía política y justicia social. Tenemos que construir conocimiento en materia de producción de energía, alimentos y agua (todos centrales para la vida), tenemos que patentar ese conocimiento, tenemos que agregar valor a las cadenas globales de producción. Tenemos que subirnos al Sauber de la biotecnología, hacerle mejoras, hacerlo correr rápido, conseguir los pilotos, y llevarlo a competir a nivel global, de modo que, cada vez que produzca un tomate, una berenjena, carne clonada, una biomáquina (como un riñón para trasplante), una bacteria que degrade plástico, la programación de una célula para atacar un cáncer haya conocimiento, ciencia argentina.

Tenemos que estar ahí, en todo lo grosso que se genere en el mundo, que se desarrolle en el mundo, defendiendo nuestro PENSADO EN ARGENTINA, poniendo en la estratósfera nuestro talento, nuestro sistema científico tecnológico, la potencialidad de una universidad pública, gratuita y de calidad al servicio del pueblo. Me dirán que hay otras urgencias. Sí. Pero acá, como digo siempre, se encuentran lo urgente y lo importante. Diseñar el futuro para intervenir el presente. Soñar la independencia económica a partir del manejo y la captación inteligente del valor que generemos; la soberanía política porque debemos direccionar esos recursos con una mirada nuestroamericana, y porque parte de esa inversión y desarrollo tiene que mejorar las herramientas y estándares en materia de libertad para la toma de decisiones geoestratégicas; y la justicia social porque la inversión debe volver a nuestro pueblo en forma de una mejor propiedad social, de mejor infraestructura en salud, educación, vivienda, trabajo y ambiente.

Es el momento de construir el biojusticialismo. Mirar de frente el Siglo XXI, pensando en grande. Organizarnos para comer todos.

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