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VIVORATÁ

El saqueo de los pollos: La pobreza al desnudo tras vuelco de camión en Ruta 2

Un camión volcado en la Ruta 2 se convirtió en símbolo de desesperación. Familias enteras robaron pollos congelados, atrapadas en la pobreza de un país quebrado

Esta es la crónica de una madrugada de desesperación en la Ruta 2: el saqueo de los pollos. Porque a las 4 de la mañana de este martes el camino a Mar del Plata fue testigo de una escena que, en cualquier otro momento, podría haber sido digna de un relato pintoresco, de esos que circulan como chismes de barrio, pero la realidad lo volvió crudo, como los pollos. En el kilómetro 376 de la Ruta 2, cerca de Vivoratá, lo que sucedió no fue simplemente el vuelco de un camión de aves. Fue, en realidad, un retrato sin narrativa oficialista de la miseria que impera en la Argentina de hoy.

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El robo de los pollos en la Ruta 2 luego del vuelco de un camión en el kilómetro 376 a la altura de Vivoratá

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¡A LOS POLLOS, HERMANOS!

Todo comenzó cuando el transporte que venía desde Entre Ríos con destino a Mar del Plata perdió el control. Se supo después que el chofer se había dormido, vencido por el agotamiento que arrastra como tantos otros trabajadores que recorren las rutas interminables del país.

El camión volcó y, con él, cientos de pollos congelados quedaron desparramados a lo largo del asfalto, a merced de quienes, de forma inesperada, verían en esa mercancía caída del cielo una oportunidad única.

Primero fueron unos pocos vecinos que, al escuchar el estruendo del accidente, se acercaron al lugar con la curiosidad típica de los que viven al costado de la ruta. Pero la curiosidad pronto se convirtió en codicia, y luego en necesidad.

El rumor corrió rápido, casi con la misma velocidad con la que se comparte un mensaje de WhatsApp: "Se cayó un camión con pollos, vengan".

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Lo que sucedió después fue un desfile de vehículos que llegaron desde los alrededores, aprovechando la oscuridad de la madrugada y la oportunidad que el accidente brindaba. Familias completas se acercaron en autos desvencijados, motos, bicicletas.

Lo que en otra época habría sido un acto de solidaridad con el chofer, o al menos una ayuda para despejar la ruta, se transformó en un saqueo.

MUCHO MÁS QUE ALITAS EN VIVORATÁ

Pollos enteros, aún congelados, fueron cargados en baúles, cajas y bolsas. Los pocos empleados de la empresa de transporte que llegaron al lugar trataron, en vano, de evitar que la escena se convirtiera en una especie de mercado improvisado. Pero eran demasiados los que venían, demasiada la desesperación.

El camión, de pronto, pasó a ser un símbolo de algo más profundo: la pobreza que acecha, que no distingue entre quienes observan y quienes toman. Pollos robados, sí, pero ¿quién puede culpar a aquellos que no tienen qué poner en la mesa? La Argentina de hoy es la del hambre, del trabajo que no alcanza, de la esperanza perdida.

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Los autos en contramano y el caos que se desató en la Ruta 2 fueron solo la expresión visible de una situación que, por debajo, es mucho más difícil de capturar.

LANZAMIENTO DE POLLOS

Este no es un relato de criminales, de saqueadores profesionales. Es el retrato de una sociedad quebrada, en la que el robo de pollos congelados se convierte en una cuestión de supervivencia.

Como en una novela de Capote, la acción no es el foco, sino lo que se revela detrás: el despojo de un país, la caída de la dignidad.

Mientras tanto, el chofer herido fue trasladado al Hospital Interzonal General de Agudos (HIGA), donde quedó internado fuera de peligro. En la ruta, la escena del crimen social quedó registrada en los teléfonos celulares de los que vinieron a buscar lo que el sistema les negó.

Pollos congelados, sí. Pero sobre todo, una muestra de lo que somos capaces cuando la desesperación llama.

Porque, al final, no fueron solo los pollos lo que se robaron esa madrugada en la Ruta 2. Fue la última pizca de ilusión en que este país pueda, algún día, volver a estar de pie.

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