Romina Manguel, la 'sommelier' de judíos
Romina Manguel y la “pureza” judía: En radio juzgó si figuras públicas judías, como Héctor Timerman, fueron o no “verdaderos” representantes de la comunidad
En la esfera de la política y el periodismo argentino, pocas figuras generan tanto ruido como Romina Manguel, quien parece haberse atribuido una peculiar tarea: decidir, desde su rol en los medios, quién merece ser considerado "digno representante" de la comunidad judía y quién no.
En una suerte de “judeómetro”, Manguel evalúa si ciertos personajes, incluso ya fallecidos, respetan los valores y los ideales que ella estima como característicos de la comunidad.
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EL "NINGUNEO" A HÉCTOR TIMERMAN
Este fenómeno, lejos de pasar inadvertido, quedó en evidencia cuando Manguel afirmó (con cierta duda) en su programa de 'Radio Con Vos' que Argentina, hasta el nombramiento de ayer, de Gerardo Werthein, nunca había tenido un canciller de origen judío.
Fue su compañero de programa quien le recordó que Héctor Timerman, bajo el mandato de Cristina Fernández de Kirchner, también ocupó ese rol. Lejos de retractarse o corregirse, Manguel optó por desestimar el dato, insinuando que Timerman, debido a su apoyo al acuerdo de entendimiento con Irán, no habría actuado en consonancia con los ideales de la comunidad judía.
Para ella, la “judería” de Timerman parece estar en duda por sus posiciones políticas, como si la autenticidad judía pudiera ser medida según una vara particular que ella misma establece.
Esta postura, de una dureza impensada, no solo despertó la crítica de varios colegas, sino también una respuesta pública del hermano de Héctor, Javier Timerman.
En X, Javier no dudó en expresar su malestar y señalar cómo Manguel, según él, “ha decidido levantar la voz del ala más derechista de la comunidad judía en el país”.
Al defender incondicionalmente las políticas del gobierno de Netanyahu y cuestionar a cualquiera que adopte una visión diferente, Manguel se coloca en una posición que parece no admitir grises ni matices.
ROMINA, LA CATADORA DE JUDÍOS
Esta no es la primera vez que Manguel adopta esta peculiar “sombreadura” hacia otros judíos que no comparten su ideología.
Hace apenas unos días, se enzarzó en una polémica con el actor Norman Briski, otro reconocido miembro de la comunidad, quien durante su discurso en los premios Martín Fierro del Cine mostró su solidaridad con la causa palestina.
Manguel lo criticó con dureza, dando a entender que Briski, con su postura, traicionaba una suerte de lealtad implícita hacia Israel, un lugar común que Manguel da por sentado como inherente a toda persona judía.
Ante la creciente ola de críticas en redes y en su propio entorno profesional, Manguel emitió un mensaje en X buscando aclarar su postura. “Mis diferencias con el ex canciller Héctor Timerman fueron públicas, duras, siempre relacionadas con el tratado de entendimiento con Irán que él defendió”, escribió, intentando desviar la atención hacia lo estrictamente político.
Sin embargo, sus declaraciones previas, así como el contexto de sus comentarios, hablan de algo mucho más profundo y polémico: la idea de que existirían diferentes “niveles” o “tipos” de judíos, y que algunos, según Manguel, habrían fallado en cumplir con lo que ella considera las expectativas de la comunidad.
Así como Javier Timerman se manifestó al respecto, varios de sus compañeros en Radio Con Vos también han mostrado incomodidad ante las expresiones de Manguel hace pocas semanas.
TAMBIÉN CON COMPAÑEROS DE RADIO
Los periodistas Alejandro Bercovich y Reynaldo Sietecase, con quienes Manguel comparte espacio, también tuvieron enfrentamientos con ella en torno a la política de Medio Oriente.
Esto no hace más que resaltar una tensión palpable y creciente: la visión de Manguel, que parece asumir que hay una forma “correcta” de ser judío, ligada a una adhesión a los valores y decisiones del gobierno israelí.
Con cada intervención, Romina Manguel parece consolidar su papel no solo como periodista, sino como “sommelier” de la identidad judía en Argentina. La polémica queda servida en bandeja, y la pregunta sigue resonando: ¿es tolerable que alguien se erija en juez (o jueza) para determinar la “pureza” de una identidad, basándose en alineamientos políticos?
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