

El cronista de TN fue enviado a San Antonio Este para registrar el eclipse. Las nubes impidieron ver el sol pero él le puso una garra demoledora al relato
A veces las notas no salen según lo esperado. Pero cuando eso sucede un profesional debe poner todo de sí para que la realidad no oculte, cual eclipse, un buen momento televisivo.
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Instantes antes, el mismo canal había tenido las impresionantes imágenes desde Piedra del Águila, de la luna con toda su circunferencia tapando la del sol, y convirtiendo en noche al mediodía de Neuquén.
Sin embargo segundos más tarde, dispuesto también en un lugar estratégico para ver el fenómeno, otro móvil se encontraba apostado en San Antonio Este para tomar imágenes en vivo de algo tan impactante como lo observado apenas minutos atrás.
Pero el clima hizo lo suyo y la nubosidad junto a un frente de tormenta, impidieron la visualización del eclipse que tardará 28 años en repetirse.
Poca gente, bastante frío y un cronista entusiasmado componían la escena.
Y allí fue que nació la magia y el profesional no se amilanó. Sacó a relucir toda la épica de la que su verborragia podría disponer y en trepidante paradoja, cual caballo de Troya, se colocó dentro del armazón de Victor Hugo Morales e inició un relato conmovedor de un eclipse, del cuál solo pudo apreciarse una oscuridad que duró segundos, aunque ni un milímetro se asomó ni del astro, ni de la luna que se le interpuso.
Con aplausos, voz quebrada casi en llanto y arenga a los vecinos presentes en el lugar, cada adjetivo se volvía metáfora, cada silencio conmovía a las estrellas y la emoción vibraba desde la pantalla a pesar de la pobreza de las imágenes.
Un momento que el cronista deberá guardarse como si fuera su gol personal a los ingleses pero con más valor, porque el espectáculo no le estaba brindando la inspiración que el barrilete cósmico nos regaló como un fenomeno astronómico en el '86.
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