¿Quién es Lucas Sawyer?: el patinador extremo de Merlo que intentará unir Ushuaia con Alaska en rollers
Lucas Sawyer tenía 4 años cuando, buscando juguetes, se encontró con unos patines dentro de un baúl. Eran los que usaba Mariel, su madre, cuando era chica. Lo primero que hizo Lucas al verlos fue ponérselos e intentar caminar con ellos, pero perdió la estabilidad y posteriormente sus dos paletas cuando su cara impactó de lleno contra el piso.
Pese al golpe, la caída en su primer intento no significó una frustración para él, sino una forma de aprender a levantarse y seguir intentándolo una y otra vez hasta lograrlo.
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De la misma forma sigue encarando la vida hoy Lucas, con 27 años: a pesar de no haber podido completar el trayecto que tenía en mente en su primera travesía, en la que buscaba patinar desde La Matanza hasta Cartagena de Indias, Colombia; no bajó los brazos y continúa entrenándose para tener revancha este año. Esta vez el destino no será Colombia, sino Alaska, y la salida no la hará desde la provincia de Buenos Aires, sino desde Tierra del Fuego.
De La Matanza a Chile en rollers
Durante casi 5 años, Lucas Sawyer se dedicó a organizar cada detalle de su proyecto que, inicialmente, era cruzar de punta a punta la Argentina en rollers. Sabía cuántos kilómetros debía recorrer por día, cuántas calorías iba a gastar, la comida que iba a consumir, la cantidad de agua que debía tomar, las rutas que tenía que seguir, con la intención de evitar imprevistos. Pero todo cambió un día antes de la fecha de partida.
“Cuando ya tenía el bolso preparado y todo listo, agarré el mapita de La Quiaca, lo rompí y dije ‘me voy a ir a otro lado, más lejos, voy a hacer Sudamérica’”, recuerda Lucas Sawyer en diálogo con INFOCIELO.
Al día siguiente, el 14 de enero de 2020, se calzó los patines, ajustó una mochila en su espalda, donde llevaba algo de ropa, rueditas de repuesto, tornillos, cinta de aislar y algunos otros elementos necesarios para el mantenimiento de sus rollers; y así salió. Ese día llovía fuerte, pero el joven patinador ya lo tenía previsto: “Sabía que iba a llover, por eso salí ese día. La lluvia me podía agarrar en San Luis, en Colombia o en cualquier lugar estando solo, entonces era preferible que el viaje sea extremo de arranque para ver cómo funcionaba estando cerca de casa”.
La lluvia fue tan intensa que llegó a patinar con hasta 60 milímetros de agua sobre el asfalto y, de lo empapado que estaba, se le deshizo un billete de 200 pesos que llevaba en uno de sus bolsillos y que era lo único que había llevado de dinero. La cosa se puso peor a los 20 kilómetros de haber salido, cuando no advirtió un bache con brea y cayó desplomado.
“Si bien pude estabilizarme al caer, sentí un tirón en el pie y un dolor. Ahí fue cuando me esguincé pero, como tenía el cuerpo tan caliente porque venía patinando hace horas, no me molestaba”, comenta Sawyer, que continuó camino y se dio cuenta de la lesión varios kilómetros después: “Cuando llegué a Luján, me quise sacar el patín y no podía porque tenía el pie super hinchado. Lo tenía entre blanco y morado porque estuvo mucho tiempo en el agua y encima me había desgarrado la planta del pie”.
Completamente mojado y con un dolor intolerable en el pie, pasó toda la noche sin poder dormir. Tampoco había podido conseguir comida y el estómago se lo hacía sentir: “Me abrí una lata de lentejas que me había llevado en la mochila y me tomé hasta el juguito que tenía adentro, que no es recomendable, pero en ese momento lo hice porque tenía mucha hambre, me quería comer hasta la lata”.
Al día siguiente, durante la madrugada tomó fuerzas y siguió viaje como pudo, con lágrimas cayendo de sus ojos por el dolor, pero sin siquiera evaluar la posibilidad de dar marcha atrás.
“Iba solo por la ruta llorando y a la vez sonreía diciendo ‘¡Lo estás haciendo igual, dale seguí!’, cuenta Lucas y confiesa: “También me insultaba a mí mismo, decía que era débil, me insumltaba y me rebajaba para que me diera bronca y así pudiera superarme a mí mismo”.
Durmiendo en estaciones de servicio y con la ayuda de los lugareños de cada paraje cercano a la ruta, que se acercaban hasta donde estaba para alcanzarle alimento, bebidas o incluso hasta hielo para que se colocara en el pie; logró llegar hasta Mendoza, donde le realizaron una ecografía en la que todavía se evidenciaban rastros del esguince, sumado a una tendinitis en el dedo meñique del pie izquierdo.
“Me hicieron kinesiología, distintos ejercicios, me movieron el pie para todos lados y a mí no me dolía ya porque me había acostumbrado”, relata Lucas Sawyer y cuenta que los fisioterapeutas no entendían cómo resistía: “Yo tampoco entendía en ese momento hasta que deduje después que la convicción era tan grande y la pasión era tan fuerte que ni el dolor podía conmigo”.
Preocupada por su hijo, Mariel, a quien el patinador llama como “la mamá extrema”, se pagó un boleto hasta Chile para acompañar con un auto a Lucas cuando tenía que descender por el peligroso paso de montaña que conecta Los Andes (Chile) con Mendoza, conocido popularmente como Los Caracoles, que tiene alrededor de 29 curvas sinuosas y peligrosas que alcanzan los 3.200 metros sobre el nivel del mar.
“Ella nunca me había visto hacer descensos, ni andar a más de 100 kilómetros por hora”, explica el joven aventurero, “iba atrás en un auto con una filmadora emocionada y a partir de ahí me tuvo toda la fe”.
La llegada del coronavirus a América del Sur y el consecuente cierre de fronteras obligó a pegar la vuelta al llegar a Chile, pero el viaje aún no termina.
Hasta Alaska no paro
Si el objetivo de llegar a Colombia en rollers, recorriendo casi 8 mil kilómetros a través de Sudamérica ya parecía algo que solo podría pasar en la ficción, el nuevo objetivo que piensa realizar este año es aún más sorprendente: Sawyer, que no es Tom, el protagonista de la icónica novela de Mark Twain, aunque parecieran compartir el mismo espíritu aventurero; pretende atravesar los casi 27 mil kilómetros que separan Ushuaia de Alaska.
“El objetivo claro está en convertirme en el atleta superhumano de más alto rendimiento de la historia del mundo, no solo de la época”, asegura con entusiasmo Lucas Sawyer, que tiene planificado minuciosamente cómo será cada etapa del viaje: “Mi objetivo es recorrer más de 150 kilómetros todos los días y poder llegar hasta los 600. Uno de los tramos más fuertes va a ser llegando a Alaska, donde vamos a tener temperaturas bajo cero muy complicadas. Si todo sale bien, voy a intentar patinar 600 kilómetros de corrido, permaneciendo entre 24 y 36 horas despierto, con una exigencia mayor por el frío, el hielo y la nieve”.
Para cumplir con semejante proeza, las rutinas de entrenamiento que lleva el patinador bonaerense son extremadamente rigurosas e intensas. Todas las mañanas se despierta a las cinco de la mañana y le dedica nueve horas o más al entrenamiento físico, pero también a la preparación mental y a revisar cada detalle logístico de su ambicioso proyecto.
“Entre el 20 y el 25 de febrero viajo a San Luis para entrenar en la Universidad de La Punta, que es como el CENARD (Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo). Voy a ir a entrenar allá durante 2 meses con entrenadores, con mediciones biométricas y un cuerpo técnico atrás que me va a marcar cosas para corregir y ser mucho mejor”, cuenta Lucas Sawyer, que piensa documentar con un drone y transmitir en vivo por streaming la mayor parte de la odisea a través de su cuenta de Instagram (@patinadorextremo) y su canal de YouTube.
A pesar de no haber llegado hasta donde había establecido su meta, la experiencia de su primer viaje, le sirvió para tener en cuenta no repetir errores.
“Para este viaje no voy a cargar más una mochila porque la marca Skate The Planet me facilitó un auto que va a ir haciendo el seguimiento de la travesía y ahí se lleva todo: los suplementos, patines diferentes, ruedas, rulemanes, todo”, señala el deportista, que es apoyado por un equipo encabezado por su madre y representante, Mariel; Emanuel Lombardo, dueño de la marca que lo patrocina, y un grupo de personas que se encargan de la logística; además de la colaboración de su novia y sus tíos.
La fecha de salida todavía no está definida debido a la imposibilidad de poder planificar con seguridad a futuro en el marco de la pandemia de Coronavirus, y también por la dificultad económica para poder conseguir los elementos necesarios para poder viajar, aunque Lucas Sawyer aclara: “Cuando tengamos la fecha lo vamos a promocionar uno o dos meses antes porque las personas se van a poder inscribir a nuestro recorrido cada 100 o 200 kilómetros pero, como tienen que tener una serie de permisos y cumplir con ciertos requisitos, queremos que tengan ese tiempo para que puedan registrarse correctamente”.
Dejar una huella
¿Por qué lo hace? Uno de los motores más importantes que impulsan su viaje es su hija de años; además, Lucas Sawyer aclara que su principal interés para hacer todo el esfuerzo que implica tanto la preparación como el viaje es para transmitir el legado y así inspirar a otros a que logren sus sueños.
“Quiero ser inmortal, y la forma de ser inmortal no es comiendo sanamente y viviendo mil años, sino viviendo en la mente de cada persona a la que le cambiaste la historia con lo poquito que hayas podido dar”, sostiene el patinador oriundo de Merlo, quien resalta la importancia de la fuerza mental para afrontar cualquier proyecto: “Lo importante es sacarse el ‘no’ de la cabeza de la vida. La edad, por ejemplo, es una excusa, pero no tiene nada que ver: en San Luis me acompañó un hombre de casi 70 años que hizo 100 kilómetros conmigo en rollers al mismo ritmo al que iba yo. El hombre no tiene un ‘no’ en su vida. Hay que remplazar el ‘no puedo’ por el ‘yo puedo’”.
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