Sociedad
UN TABU QUE SE PRESERVA

Muchos hombres compran preservativos en voz baja

Parece mentira. Terminando el 2020 aún muchos hombres argentinos expresan su vergüenza a la hora de comprar preservativos en comercios.

Parecía algo superado. Como un tabú del siglo XX. Sin embargo no es así. Todavía muchos hombres jóvenes que podrían ser incluídos en la categoria Millenials sienten un pudor que los ataca cuando deben ir a un kiosco, un supermercado o una farmacia y pedir al comerciante en voz alta una caja de preservativos.

En un tweet de la cuenta de un argentino de solamente 32 años quedó expresado. Y la cantidad de respuestas corroborando su problema no resuelto, dio a entender es algo que aún afecta a muchos hombres.

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El texto dice: "Treinta y dos años y me sigue generando pudor pedirle forros al kioskero, siento que está pensando ayyy el que la va a poner ayy. Por suerte vivo esa situación dos veces al año".

https://twitter.com/martinp5_/status/1335741257126174720

Más allá del chiste del final, el problema del twitero es algo que viene desde hace muchos años. Ni siquiera el virus del SIDA comenzado en los 80 y aún vigente lo pudo resolver, a pesar de la toma de conciencia que generó sobre la necesidad del uso de protección en el sexo.

A muchos hombres aún hoy suele generarles una sensación incómoda tener que externalizar en la compra de condones el hecho de contarle en voz alta a una persona desconocida que va a tener sexo en las próximas horas, días o semanas.

Algunos prefieren sólo comprarlos en lugares de autoservicio, aunque su elevado precio y la facilidad con que se los roban de las góndolas ha llevado a los dueños de esos comercios a colocarlos cerca de la caja registradora para evitar tales hurtos. Y obliga también a pedirlos, con el aún peor efecto no deseado que lo escuchen, además, quienes están en la fila del supermercado.

Las técnicas de los hombres pudorosos suele ser comprarlos al final de los otros productos, y en voz baja decir: "ahhh y deme una caja de esos", señalando con el dedo los preservativos.

En los kioscos ya está demostrado que son muy pocos los que entran a adquirir sólo preservativos. Por lo general los acompañan con un paquete de chicles o pastillas para "camuflar" la compra de estos adminículos de latex y que parezca que es un artículo más de varios que necesita llevar.

Pero los comerciantes, que ya saben de esta vergüenza, no se la hacen fácil al cliente abochornado de la voz bajita.

Con cierta maldad insolente, y adrede, preguntan en voz elevada si los prefieren con tachas, lubricados, ultra delgados o saborizados. Les inquieren acerca de la marca, la cantidad o les informan de alguna nueva variedad que propone el mercado de los preservativos, como queriendo abochornar todavía más al tímido comprador. Por causas incomprensibles, se la hacen más difícil.

Frente a esa situación la respuesta suele ser "deme cualquiera, está bien". Nadie pregunta precio ni pide rebaja, sólo quieren salir de allí lo antes posible.

¿Qué sensación interior lleva a un hombre adulto a avergonzarse de comprar preservativos?

¿Es un resabio de años de pecaminosidad cultural acerca de tener sexo o hablar de él?

¿Sucede sólo en Argentina o se replica en otros países con diferentes culturas?

¿Es pudor a que piensen los demás que es un promiscuo?

¿Les pasa algo similar a las mujeres que van a por el mismo producto?

¿Serán recién los Centennials quienes venzan para siempre a este tabú, increíblemente aún vigente?

Por ahora, mejor preservamos esas respuestas en una cajita.

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