

A través de Bonaherencia, Marcela Feudale nos cuenta la historia de la provincia de Buenos Aires mejor que nadie. En este primer capítulo viajó a Ostende, uno de los primeros balnearios de Pinamar y en esta nota particularmente, te vamos a compartir un poquito de la historia del viejo Hotel Ostende, el lugar solitario y lleno de arena que inspiró a grandes autores.
Su construcción comenzó en 1913 y fue inaugurado en diciembre de ese mismo año con la presencia de la aristocracia porteña. Entre las comodidades que ofrecía el lugar se encontraban amplios salones, espacios para juegos y lecturas, un restaurant, un jardín de invierno, además de una fábrica de pastas y repostería.
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Se dice que los visitantes podían despertar y encontrarse dentro de un hotel tapado de arena que los obligaba a palear hasta poder salir por la ventana del primer piso. Aunque esto podría llegar a ser una desventaja, lejos de eso se transformaba en parte de la experiencia que ofrecía. Llegar al lugar también era toda una travesía porque la arena cubría las vías del tren, debiendo implementar vías móviles. En ese transporte solo se podían subir 8 personas.
Entre los datos más curiosos, se sabe que por él pasó el francés Antoine de Saint-Exupéry y la historia cuenta que durante su estadía escribió la historia Vuelo Nocturno. Un verano visitó el lugar y hay evidencia que le da veracidad a este relato puesto que, en el escrito original, hay párrafos que en el membrete dice "Viejo Hotel".
Actualmente la habitación 51 es la única que no tiene huéspedes porque en ella se hizo un museo. Está ubicada en la torre, es una de las más antiguas y se conserva casi igual que en aquella época.
Otros visitantes importantes que relata la historia son Silvina Ocampo en compañía de Adolfo Bioy Casares. Aquel verano en el que el matrimonio visitó el hotel había una gran sudestada que no le permitió salir. Al parecer, ella inspirada en ese paisaje bastante solitario, ventoso, lleno de arena y mar, escribió la novela Los que aman, odian.
Se dice que el viejo Hotel Ostende era como un gran barco encallado en la arena, pero lo más importante a destacar es el valor histórico que tiene en su arquitectura y en sus memorias.
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