De escritora a escritor: el recuerdo vivo de Eduardo Galeano
"—El mundo es eso —reveló— un montón de gente, un mar de fueguitos" expresó el escritor Eduardo Galeano en el relato "El Mundo", perteneciente a El libro de los abrazos (1989).
Corría 1989 cuando en uno de los países de este lado del mundo, como Uruguay, la democracia había vuelto para no irse nunca más. En ese contexto, Galeano publicó y defendió este libro, este microrrelato, esta idea sobre la sociedad: "algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tanta pasión que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca se enciende".
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Cruzando el charco, en Argentina, otro país que estaba recobrando la memoria y se comenzaba a reorganizar bajo el lema Nunca Más, Natalia Brandi, escritora argentina, se escondía en la soledad de un departamento prestado para fumar, beber un licor de whisky barato y leer casualmente a Galeano. Allí, en ese pleno auge de emociones como lo es la adolescencia, Natalia afirma que leer a Galeano fue "abrir una puerta inmensa a la identidad del lenguaje".
Natalia Brandi es una escritora argentina nacida en la década del 70, que a lo largo de su vida escribió dos novelas, Puno (2015) y Murmullos en alguna ciudad (2020), participó en diferentes espacios como en la revista La Balandra o el diario La nación y desde hace algunos años coordina talleres de lectura y narrativa. No obstante, todo iceberg tiene dos lados: la superficie y lo que no se ve.
A 8 años de la muerte del escritor uruguayo Eduardo Galeano, Infocielo entrevistó a Natalia Brandi en homenaje: para recordar y que siga latente.
El primer encuentro con "Narnia"
Sus primeros años de vida transcurrieron en dictadura, y la democracia llegó con su adolescencia. En ese marco, como en otros tantos jóvenes, el escritor uruguayo actuó: "Galeano fue uno de los escritores puentes de mi adolescencia. Un autor que me ayudó a transitar mi iniciación literaria como joven de los años 80 post dictadura", introdujo Brandi.
Los jóvenes, los más chicos, los sin futuro, los desarraigados: ¿cuántas veces escuchamos este estigma arraigado en los discursos sociales para referirse a los adolescentes? Aunque estamos en una etapa de deconstrucción continua, hace algunos años, la adolescencia fue una etapa muy señalada.
Natalia lo sabe, por que lo sufrió y encarnó. No obstante, halló refugio: "encontrar a Galeano fue llegar al lenguaje más mío, que hablara de los nadies, los que no hacen arte, ni practican cultura, me voló la cabeza".
Ante la pregunta de cómo fue el primer encuentro literario con Galeano, Natalia se toma unos segundos para recordar y sentencia: "Yo fascinada iba entrando en ese Narnia desconocido".
Había dos, tres y hasta cuatro edificios iguales: despintados, con un estacionamiento amplio y a pocas cuadras de la estación de tren de la localidad de Villa Elisa, en La Plata. Natalia los habitaba los fines de semana, cuando su tía le prestaba su departamento: "Imaginate, fumaba cigarrillos Derby (horribles), compraba un licor de whisky espantoso y sacábamos todos los libros de la biblioteca de esta mujer mientras escuchábamos a Silvio Rodriguez".
Fue entonces cuando Brandi ingresó a ese Narnia desconocido del que hace referencia: "Allí de casualidad me encontré con Memoria del Fuego, que habla de los nacimientos. No sé qué entendí. No sé si entendía algo, pero te aseguro que fue su música, algo en el fluir tan distinto a lo que me daba la escuela que se mezclo con el humo agrio del pucho y el líquido rancio del licor y me quedó impregnado como símbolos de ese despertar de pendeja".
Influencia y despedida
Natalia escribió y escribe cuentos de diferente índole, construyó una novela sobre la migración y relató una historia de ¿amor? en el marco de la cotidianeidad y monotonía de la vida misma.
Según ella, Galeano no influyó en lo "técnico de su escritura" si no en su identidad, en su "persona argentina que escribe". Además, agrega y justifica: "escribo de un modo muy distinto a su narrativa, incluso abordo temáticas diferentes pero está en mi cimiento, forma parte de mi lenguaje".
Muchos años son los que trascurrieron desde el primer acercamiento, allá, finales de los 80, hasta la muerte de Eduardo Galeano el 13 de abril de 2015. No obstante, Natalia aún recuerda su recuerdo: "cuando me enteré de su muerte, pensé en esos ojos transparentes tan chiquitos con las cejas levemente levantadas en las puntas, en la voz tan franca de matiz sereno y firme con el que decía las cosas".
Como buena escritora, Natalia Brandi también un poco sueña, imagina y fantasea: "de vez en cuando me siento a mirar el encuentro de él con Serrat y Sabina en su casa y me imagino que estoy ahí en el living de ladrillos a la vista con tapices colgados en la paredes bordó y que Galeano me cuenta alguna historia que todavía no escuché".
Finalmente, después de unos segundos, Natalia expresa y concluye: "un poco de mi adolescencia se fue allí".
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