Así se autoperciben votantes de Javier Milei por ser de "ultraderecha"
Un usuario de "X" (ex Twitter) propuso a sus seguidores votantes de Javier Milei, elaborar "un decálogo" de como debe ser un verdadero militante de ultraderecha
La irrupción del partido La Libertad Avanza, liderado por el presidente Javier Milei, sacudió el panorama político argentino. Con un discurso ultraliberal, antifeminista, antiabortista y antiizquierdista, el libertario logró captar el voto de una parte de la sociedad que se siente desencantada con las opciones tradicionales y que busca una alternativa fanatizada.
Pero, ¿cómo se ven a sí mismos los seguidores de Milei? ¿Qué valores y principios defienden?
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Un partidario de Milei propuso en las redes sociales elaborar una especie de “decálogo” de lo que significa ser de ultraderecha y las respuestas no “tienen desperdicio”.
JAVIER MILEI Y SU MILITANCIA "ULTRA"
Estos son algunos de los puntos que se mencionaron:
Ser normal. Para los ultraderechistas, ser normal implicaría seguir un modelo de vida basado en la familia, la religión y el orden. Cualquier desviación de esta norma es vista como una amenaza o una degeneración. Así, se rechaza la diversidad sexual, de género, cultural o étnica, y se defiende la supremacía de la “raza blanca” y la “cultura occidental”.
Trabajar. El trabajo es colocado adrede como "el valor supremo" para la ultraderecha, que considera que el esfuerzo individual es la única forma de progresar y que el Estado no debe intervenir en la economía ni en la distribución de la riqueza. Se opone a cualquier forma de asistencia social, subsidio, sindicalización o impuesto, y se desprecia a los que reciben algún tipo de ayuda estatal como “vagos” o “parásitos”.
Bañarse. La higiene personal es otro de los rasgos que busca atribuirse la ultraderecha argentina, que asocia la limpieza con la moralidad y la suciedad con la pobreza y la delincuencia. Se estigmatiza a los sectores populares, a los migrantes y a los indígenas como “sucios”, "marrones" o “apestosos”, y se los culpa de los problemas sociales y sanitarios del país.
Ser monógamo. La monogamia es la única forma de relación aceptable para quien se autopercibe de ultraderecha, que defiende el matrimonio heterosexual como la base de la sociedad y la familia. Se condena cualquier otra forma de amor o sexualidad, como la poligamia, el poliamor, la homosexualidad, el bisexualidad, el transgénero o el travestismo, y se las tilda de “enfermedades” o “perversiones”.
Creer en Dios. La religión es otro de los pilares de la ultraderecha, que se identifica con el momoteismo proveniente del catolicismo y el judaísmo y sus dogmas, aunque nunca del Islam. Se reivindica el papel de estas Iglesias como guía moral y espiritual, y se rechaza el laicismo, el ateísmo, el agnosticismo o cualquier otra creencia. Se opone al aborto, a la eutanasia, al divorcio, a la educación sexual y a los derechos reproductivos, y se los considera “asesinatos” o “pecados”.
Odiar al peronismo. El peronismo es el enemigo histórico de la ultraderecha actual, que lo acusa de ser el responsable de todos los males de Argentina. Se lo asocia con el populismo, el clientelismo, el autoritarismo, la corrupción, el gasto público, la inflación, la deuda externa y la violencia. Se niega cualquier logro o avance social del peronismo, y se lo descalifica como si fuera una “secta” o una “mafia”.
Admirar a Estados Unidos. Estados Unidos es el modelo a seguir para la ultraderecha, que lo ve como el ejemplo de libertad, democracia, progreso y desarrollo. Se alaba su sistema político, económico, militar y cultural, y se busca imitar sus valores y costumbres. Se apoya su política exterior, especialmente su alianza con Israel y su enfrentamiento con China, Rusia, Irán y Venezuela.
Odiar a la izquierda. La izquierda es otro de los adversarios de la ultraderecha, que la considera una amenaza para la libertad, la propiedad y la seguridad. Se la acusa de ser violenta, antidemocrática, totalitaria, terrorista y subversiva. Se la vincula con el comunismo, el socialismo, el marxismo, el feminismo, el ecologismo y el movimiento LGBT, y se los tacha de “ideologías de género” o “ingeniería social”.
Ser patriota. El patriotismo es una de las virtudes que creen monopolizar únicamente la militancia de la ultraderecha, que se enorgullece del origen del país y de su historia anterior a 1945. Defienden la idea de soberanía nacional (aunque subordinada a no desafiar a las grandes potencias), y exaltan el pasado glorioso de Argentina, especialmente la gesta de la independencia y la actuación militar en política. Se niegan o minimizan el genocidio indígena y la dictadura militar.
Ser antivacunas. La antivacunación es una de las expresiones del negacionismo científico de la ultraderecha, que desconfía de la medicina y de la ciencia. Se cuestiona la eficacia y la seguridad de las vacunas, y se las asocia con planes de control poblacional, esterilización masiva o implantación de chips. Se rechaza la obligatoriedad de la vacunación, y se la considera una violación de los derechos individuales.
Otras respuestas desopilantes como "comer carne", "tener todos los dientes", "no ser pervertido", "no tener tatuajes", "ser prolijo", "comer varias veces por día", o "gustar del sexo opuesto", también marcaron tendencia entre las réplicas al tuit original.
Estos son algunos de los puntos que el hilo colaborativo de Twitter entregó para desentrañar la definición propia de las convicciones de quienes se consideran de ultraderecha en argentina, un fenómeno que hasta hace pocos años hubiese significado una vergüenza, y hoy ha crecido hasta permitir que quienes adoptan esas "ideas" puedan enorgullecerse de discriminar a sus compatriotas creyéndose superiores, los portadores de la "pureza racial", y dueños de la verdad revelada.
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