En esta tierra en donde las efemérides se celebran con la misma intensidad con la que se discute un penal dudoso o el precio del aceite “Patito”, hay una fecha que se desmarca del calendario con una potencia casi mística. No por una sola razón. Ni por dos. El 24 de junio (2+4=6, 24/6), no es una jornada cualquiera. Es un fenómeno. Un extraño agujero negro de la historia popular que, en vez de devorar hechos, los va sumando. Uno tras otro. Sin orden ni concierto. Como si el destino, borracho de mística criolla, hubiese marcado con resaltador fluorescente ese día y dijera: “Todo lo importante, tirámelo acá.“
Proponemos, entonces, sin ironías pero con enjundia picaresca, que el 24 de junio sea declarado oficialmente el Día de las Efemérides.
Porque no hay otra fecha que las acumule con tanto fervor, variedad y peso simbólico. Es como si cada rama del árbol nacional —la cultura, el deporte, la literatura, la música, la tragedia— hubiese colgado en este día su propio fruto.
Juan Manuel Fangio: la velocidad bonaerense
El 24 de junio de 1911 nacía en Balcarce, provincia de Buenos Aires, un hombre que redefiniría la idea de manejar.
Fangio fue el antes, el durante y el después del automovilismo mundial. Cinco veces campeón de Fórmula 1, un récord que permaneció imbatido por casi medio siglo, su figura trascendió las pistas.
Fue héroe, leyenda, diplomático tuerca y hasta protagonista involuntario de un secuestro cinematográfico en plena Cuba revolucionaria. Fangio no solo nació en nuestra tierra bonaerense profunda: la provincia lo vio crecer, correr y representar con elegancia una país que todavía creía en la épica del mérito.
Ernesto Sábato: de Rojas al abismo
Ese mismo día, también en 1911, a unos kilómetros más al norte de la geografía provincial, nacía en Rojas otro gigante: Ernesto Sábato.
Doctor en Física, viró hacia las letras para hablarnos del alma humana con la precisión de un cirujano existencial. El túnel, Sobre héroes y tumbas, Abbadón el exterminador… su obra es una especie de tango escrito en prosa, donde el país es espejo y laberinto.
Presidiría la CONADEP en 1984 y entregaría el informe Nunca Más. Su presencia en esta fecha suma una densidad simbólica que hace temblar el calendario.
Carlos Gardel: el silencio eterno del Zorzal
El 24 de junio de 1935, en un aeropuerto de Medellín, Colombia, el tango quedó mudo.
La muerte de Gardel fue más que la caída de un avión. Fue el instante en que la Argentina perdió a su voz más reconocible. El tipo que convirtió al tango en canción y lo hizo sonar en París, Nueva York y hasta en el corazón de algún boliche perdido en Rusia.
Nacido en Toulouse, pero nacionalizado por adopción popular, Gardel se volvió eterno porque murió joven, en el pico de su carrera, cuando el mito necesitaba vuelo.
Juan Román Riquelme: el tiempo detenido
El 24 de junio de 1978, mientras la dictadura trataba de convencernos de que el país era una fiesta mundialista y un día antes de la consagración del equipo de César Luis Menotti, en el también bonaerense Don Torcuato nacía un chico que iba a patear la pelota como si el tiempo fuese un recurso infinito y maleable.
Riquelme convirtió la pausa en arte, la cancha en un tablero de ajedrez y a Boca Juniors en su casa eterna.
Campeón juvenil con la celeste y blanca, héroe de la Libertadores, presidente del club de sus amores, Román transformó un día más del almanaque en su propio día: su influencia posterior hizo que la fecha se convirtiera en efeméride, como si él mismo hubiese nacido sabiendo que iba a llenar los diarios cada 24 de junio.
Rodrigo: el cuarteto del adiós
En el año 2000, la tragedia volvió a golpear el 24 de junio. Rodrigo Bueno moría en un accidente automovilístico entre La Plata y Buenos Aires cuando estaba en la cima de una fama que parecía recién encenderse.
El cordobés —porque era cordobés hasta el duodeno— había logrado algo que parecía imposible: que Buenos Aires bailara cuarteto como si siempre lo hubiera hecho. En pleno auge de su carrera, con el Luna Park de testigo pocos días antes, su muerte teñida de “escándalo” lo convirtió en mártir musical y en una postal melancólica de los 2000.
La Argentina popular, la de las noches largas y las gargantas roncas, también tiene su lugar en este día.
Lionel Messi: el que no necesita presentación
Y como si fuera poco, el 24 de junio de 1987 nació en Rosario un pibe que iba a llevar la camiseta argentina a la cima del mundo.
Messi no necesita adjetivos. Su carrera, escrita con goles, jugadas de otros planetas, gambetas y lágrimas, es una enciclopedia de hazañas.
El mejor del mundo durante dos décadas, finalmente campeón del mundo con la Selección, Leo representa la evolución del fútbol desde la esencia maradoniana hasta la perfección digital. Si Fangio fue el piloto, Messi es el motor.
Un día imposible de ignorar
La combinación es tan increíble que parece ficticia. ¿Qué algoritmo cósmico agrupa a Gardel, Fangio, Sábato, Riquelme, Rodrigo y Messi en un solo día? ¿Qué tipo de capricho estadístico permite semejante acumulación de símbolos, de pasiones, de géneros tan distintos pero tan nuestros?
El 24 de junio no es solo una fecha cargada de recuerdos: es una síntesis perfecta de lo que somos, de lo que lloramos, de lo que aplaudimos.
Proponemos, entonces, con la solemnidad que amerita y la ironía que nos atraviesa, que cada 24 de junio se celebre en la Argentina el Día Nacional de las Efemérides.
Porque si hay una jornada en el año en la que merecemos recordarlo todo, absolutamente todo, es esta.
Y ojo, que no se le ocurra a nadie nacer o morirse en esta fecha de ahora en más, porque ya no hay lugar. El 24 está completo. Han cantado Bingo.