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2 de abril del 2013: El agua helada, irse con lo puesto y dejar una casa atrás

Cómo fue la tragedia del 2 de abril en la ciudad de La Plata. Qué eligen recordar los más jóvenes a 10 años de la inundación.

La imagen, o lo que se veía, era desoladora: la heladera flotando adentro y una combi de transporte escolar flotando afuera. Pilar tenía solo 11 años cuando vio la mansión con ascensor de sus muñecas perderse entre el barro. La Loma fue uno de los tantos barrios de la ciudad de La Plata que sufrió las consecuencias de la inundación del 2 de abril de 2013.

"Había estado lloviendo desde las cuatro de la tarde y a la noche empezó a entrar el agua", cuenta Pilar, que en ese momento lo que más lamentaba es que recién se había bañado y puesto el pijama. La luz ya se había ido y ella junto a su madre estaban, de casualidad, con los pies sobre el sillón. Uno de sus hermanos mayores las alertó del agua y lo siguiente que recuerda es estar abrazada a su hermanita de 4 años y a un cachorrito en la cama cucheta.

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Rodeados de agua

La madre de Pilar, junto a uno de los hermanos estaban sobre la mesa de la cocina, el padre no había podido volver del trabajo y alcanzó a abandonar el auto por algún punto de la ciudad. Otra de las hermanas estaba en el departamento de una amiga. Todos, incomunicados y el agua a la altura de la cintura.

La casa de Pilar está frente al Parque Alberti donde, recuerda, días después hallaron a una de las 89 víctimas fatales de la inundación. Pero esa noche del 2 de abril no se veía nada.

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Durante las precipitaciones del 2 de abril de 2013 en La Plata hubo 89 muertos y se registraron 2200 evacuados.

Durante las precipitaciones del 2 de abril de 2013 en La Plata hubo 89 muertos y se registraron 2200 evacuados.

Martín le había escrito a un amigo para que fuera a comer tortas fritas a su casa en el barrio universitario y estaba apoyado en el marco de la puerta cuando el hermano le avisó que desde el patio estaba entrando agua que caía de la canaleta. Con unas maderas de melanina que había levantado de la calle para armar un mueble improvisaron una barrera y comenzaron a empujar el agua hacia la calle.

“Pasaba un micro, se quedaba. Se mandaba un auto, se quedaba, ahí en la esquina de 3 y 60. Era un colapso, toda la luz cortada y muchos aprovechaban para robar ”, señala el joven, que cree que la zafaron bastante. Martín tenía 22 años y recuerda que muchos de sus compañeros de la facultad no estaban en la ciudad, debido a que las clases comenzaban después del feriado.

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Muchos de los consultados aseguran no recordar con claridad lo vivido durante la noche del 2 y la madrugada del 3 de abril en la que tuvieron que subir a un lugar alto lo elemental, guardar algo de ropa en bolsas y salir y, en muchos casos, ir a ayudar al que la estaba pasando peor. Pero la memoria parece cuestión de ejercitarla.

En el caso de Julia, que vive hasta el día de hoy a pocas cuadras del Parque Castelli, tenía 14 años y cuenta que toda su familia tardó en dimensionar la tragedia que significó para la ciudad: "La lluvia entraba desde el patio y desde la calle y era cada vez más fuerte. A la puerta cerrada la corría y la doblaba". Si bien se dieron cuenta de que no era algo normal y que no había ocurrido nunca, decidieron esperar y ver qué pasaba.

El piso de la planta baja de la casa de Julia era de madera y con el agua se levantó todo: "Me acuerdo de estar sacando cosas, las camas, los recuerdos, las fotos, carpetas de cuando nosotros éramos chiquitos y no entender. Nosotros salíamos afuera y veíamos que había agua hasta la rodilla, pero no entendíamos qué pasaba, así que decidimos esperar; si abríamos la puerta ya no la podíamos cerrar porque el agua era pesada".

El agua siguió subiendo y la familia de Julia se fue a dormir, todos, hermanos y hermanas a la cama matrimonial y a los colchones que habían subido como pudieron: "Nos dimos cuenta de que era algo raro, pero no sabíamos que había gente que se estaba muriendo".

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El agua estaba helada

En el barrio La Loma a Pilar se le durmieron, en los brazos sobre la cama cucheta, la hermana de 4 años y el perrito de un año: "Cuando ya vimos que iba a seguir subiendo nos fuimos porque con la presión del agua teníamos miedo de no poder abrir las puertas".

Como pudieron, salieron hacia la casa del tío, que vivía a unas cuadras, pero al que el agua no le pasaba los tobillos: "Yo me fui a caballito de mi hermano, mi otro hermano llevaba a la más chiquita y mi mamá al perrito", cuenta. "No se si se preocuparon en cerrar con llave porque no había nada que robar", recuerda Pilar y agrega: "Mi mamá siempre dice que se resignó y nos fuimos".

En la oscuridad, los más grandes dejaron a las nenas y al perrito a salvo y volvieron a buscar ropa, que habían metido en bolsos. Alrededor, los vecinos se organizaban y preguntaban de dónde son. Pilar recuerda que el agua era helada.

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Esa noche Maria Soledad, una vecina de Julia, mientras subía a los nenes al segundo piso de su casa escuchó los gritos de sus padres, que vivían enfrente, a los que el agua casi los tapaba. Con la ayuda de un palo, porque "el agua venía con mugre, maderas de las casas, ramas", los abuelos de los nenes dejaron atrás una casa de la que no pudo salvarse nada.

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Al día siguiente, casi llegando al barrio cementerio, el papá de Julia se levantó y salió a comprar: "Cuando volvió nos dijo que había sido una catástrofe: los autos dados vuelta, la gente en la calle, los palos de luz caídos, las marcas del agua, era horrible lo que se veía", cuenta la joven y luego lo confirmó. A pocas cuadras de su casa, su mamá manejaba un comedor, que funciona hasta el día de hoy como centro cultural: "Venía gente que había caminado una hora desde otro barrio a buscar comida", recuerda Julia con claridad.

El espacio surgido en 2001 funcionaba como un punto de ayuda y para recibir donaciones: "Estuvo abierto recibiendo donaciones como un mes más después de todo esto", señala la joven que en ese momento militaba en la organización La Cámpora. "Venia gente de todos lados, hacía cola y se llevaba colchones, comida, ropa. Se abría desde la mañana y se seguía hasta la noche", detalla. Incluso hubo días que tuvieron que dormir en el comedor por el miedo a los saqueos.

Volver a casa

Pilar no volvió a su casa por varias semanas, sus papás agarraron lavandina y fueron a limpiar: "Tiraron cosas, dieron vuelta la casa", señala. Cambiaron camas, placares y puertas. No tenían muchos muebles, ya que tuvieron la suerte de haberlos vendido días antes planificando una renovación. Algunos familiares les compraron sábanas, les llevaron mantas y ayudaron con toallas: "A mis papás no les daba la cabeza para todo y se concentraron primero que nada en limpiar".

El olor a humedad duró dos años: "Pintabas al año, porque había quedado la raya negra del agua, y se salía porque estaba todo húmedo", cuenta Pilar. A Martín solo le quedaron ampollas en las manos de sacar agua para que no se les moje más un piano. Varios amigos llegaron a ese punto seguro nadando y fueron a limpiar casas ajenas. Empujaron un auto de una enfermera que quería llegar a toda costa a ver a su mamá en Los Hornos . Y tuvieron que decirle que no tenían un gomón, bote o algo que acerque a un conocido cuya mamá había pasado toda la noche sobre una mesa.

En la casa de Julia solo perdieron cajas con recuerdos, un título de abogada, un álbum de casamiento: "Pero cosas más importantes no", sostiene y coincide: "Las marcas fueron la parte más difícil de sacar".

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