

Hernán Ralinqueo se reconoce como descendiente del cacique Andrés Raninqueo. Una historia construida con tiestos dispersos e hilos invisibles.
A los intendentes de la Provincia de Buenos Aires, especialmente a los del Conurbano, suele llamárselos “caciques”, por el férreo control territorial que ejercen, y por la manera en la que lo hacen valer ante cada negociación política con La Plata o la Capital Federal. Paradójicamente, a los del interior, el mote no les va tan bien.
Andrés Raninqueo fue cacique de verdad. Un “indio amigo” de los gobiernos de Juan Manuel de Rosas, de Justo José de Urquiza y, más tarde, de Bartolomé Mitre, en la segunda mitad del siglo XIX. Mediante pedidos y negociaciones, obtuvo del Estado argentino tierras, ganado y provisiones, a cambio de mantener una actitud pacífica y de servir con sus lanzas a la custodia de las fronteras.
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Así se instaló cerca de la laguna La Verde, en 1869. Junto a sus doce capitanejos, 180 indios de lanzas, 153 mujeres “tejedoras” y 61 niños, totalizando 406 almas, según los registros oficiales que cotejó la antropóloga Ingrid De Jong de registros públicos, a la hora de escribir “El acceso a la tierra entre los indios amigos de la frontera bonaerense”, un artículo publicado en la Revista de Ciencias Sociales de la Universidad nacional de Quilmes.
Raninqueo fue socio privilegiado del Estado argentino hasta que cayó víctima de la irrupción en el mapa del bravo Juan Calfucurá, quien luego de la batalla de Caseros ganó fuerza y radicalizó sus posiciones frente al huinca. En la mañana del 5 de marzo de 1872, durante el gobierno de Domingo Faustino Sarmiento, lo sorprendió con un ejército nunca antes visto, de entre 3.500 y 6.000 lanzas, con la intención de vengarse de algunas “picardías” del Gobierno.
“Hoy le participo que el día 5 vine a sorprender al cacique mayor D. Andrés Raninqueo, a vengarme por la gran picardía que hicieron con Manuel Grande y Chipitrus y demás capitanes; en fin de muchas picardías que han hecho”, le refirió Calfucurá al coronel Juan Boer, mediante una carta en la que “blanqueó” su intrusión.
Las “picardías” del Gobierno de Domingo Faustino Sarmiento no eran otra cosa que los planes para invadir territorio indio -la isla de Choele Choel- y los ataques contra caciques pacíficos aliados a Calfucurá, a quienes se confinó en la isla Martín García, donde pasaron toda clase de penurias.
Raninqueo cayó prisionero para que el Gobierno no lo vuelva a “hacer con él” y fue trasladado “tierra adentro”, a los cuarteles generales de Salinas Grandes, reino de Calfucurá, de donde pudo escapar recién tras la muerte del líder de la Confederación en 1874.
Antes, tuvo oportunidad de comunicar su versión de los hechos al mismo oficial del Ejército que había contactado Calfucurá, con la venia de su captor, y bajo la condición de que reclamara, en pago por su rescate, que “ponga en libertad a los presos” y los mande para entregarlos. “De lo contrario dice Calfucurá que él irá a pedirlos llevándonos a todos cautivos”, agrega.
Las cartas están bien documentadas. Los caciques tenían lanzas pero también lenguaraces y escribas, y no les era extraña la burocracia del Estado.
Como fue dicho, Raninqueo escapó de su prisión con la muerte de Calfucurá. En 1873 reapareció en Bahía Blanca, volvió a incorporarse al ejército y terminó sus días en las cercanías de Carhué, sin poder recuperar sus tierras, que quedaron en manos de los herederos de Adolfo Alsina. Sus descendientes reconstruyen la historia con tiestos dispersos en encuentran aquí y allá.
Esa podría ser la de Hernán Ralinqueo, intendente de Veinticinco de Mayo desde diciembre 2015 y descendiente de mapuches. “Mi abuela era italiana. Siempre, desde mi niñez, contaba la historia de como vinieron a la Argentina, del barco, de la familia que se había quedado en su pueblo, en Calabria. Mi abuelo, en cambio, tenia un relato que no coincidía con la realidad: que su padre vivía un campo, que tenían ovejas, que se había ido de chiquito, pero no sabíamos por qué”, relata a INFOCIELO.
Enlazar los hechos que le dieron la vida no fue tarea sencilla: “básicamente mi bisabuelo es descendiente directo de Raninqueo. Habrá nacido, suponemos, por 1880. Tenemos de su historia oral, que el padre provenía de la tribu que fue diezmada por las guerras internas”. Eso y no mucho más.
Ralinqueo es alto, de tez muy blanca y tiene ojos verdes. Cualquiera podría pensar que esa herencia genética proviene de la abuela italiana, pero lo cierto es que la otra rama del árbol genealógico se guarda sus sorpresas: el abuelo Ralinqueo tenía los rasgos del cacique, pero ojos claros. Hay una explicación para esa curiosidad: “La historia es que esas tribus tenían el antecedente de que habían capturado a las primeras cautivas francesas. Ya eran colorados los Coliqueo”, aclara.
Más allá de los datos orales y del trabajo de atar cabos, hay datos certeros que obtuvo indagando en los archivos de la biblioteca de la Universidad de La Plata, en los archivos de la casa militar y en los 17 tomos de Historia Argentina que supo publicar José María Rosa. Muchos otros herederos de Raninqueo buscan los hilos invisibles que los atan a ese pasado. Muchas veces en las redes sociales.
En el camino, la identidad se desdibuja. Entre el apellido del cacique mapuche y su chozno, el intendente, hay una letra de diferencia. Los registros públicos son endebles y ni siquiera fueron generados por el Estado, sino por la iglesia. Cuentan las historias que los niños huérfanos que sobrevivían a las matanzas entre indios o a las pestes eran cobijados por los estancieros, para trabajar, y los nombraban con apellidos europeos.
Para Ralinqueo, debe haber muchos otros Raninqueo con distintas identidades y nombres. Por esa y muchas razones, el apellido pende de un hilo. Quiso el destino que don Juan Ralinqueo, el bisabuelo, tuviera tres hijos, pero sólo uno registrara descendencia. Ángel Ralinqueo, el abuelo, tuvo un hijo varón -Hernán- y una hija -Milagros. La continuidad del apellido se aseguró, al menos por una generación, cuando Hernán, el intendente, tuvo en brazos a Juan Bautista, el primogénito, descendiente de caciques y de intendentes.
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