Política y Economía
OPINIÓN

El hartazgo de los mansos y la rebelión del chat de mamis

Las restricciones del gobierno contra la nueva ola de coronavirus hizo estallar la bronca de la gente común.

La segunda ola de coronavirus sobreviene acompañada de una saturación de la población que está atada al fracaso de las políticas epidemiológicas. Esa saturación, hartazgo o cansancio está relacionado con la capacidad que han desplegado los gobiernos Nacional y Bonaerense para buscar culpables y de no hacerse cargo de sus errores y desaciertos.

Siempre la responsabilidad está en otro lado. Si piensa distinto y es opositor, mejor: primero fue la prensa, luego los runners, después los que protestaban contra la estatización de Vicentin, “las marchas de la muerte” o el eslógan elegido por el Jefe de Gabinete: “No son la gente, no son el pueblo, no son la Argentina”. Eso si el Presidente no se quedó atrás, ¡canto retruco!, tenía que avalar el pifie de su protegido: “Cuando termine la pandemia va a haber un banderazo de los argentinos de bien”. ¿Acaso los ciudadanos que reclaman sus derechos, por los efectos de la cuarentena más larga del mundo, no son ciudadanos de bien?.

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La lista de los culpables sigue ¡Es enorme! Algunos con razón, por irresponsables o por creerse que su juventud los hacia inmunes al virus. Poco hicieron desde el gobierno para evitar estas irresponsabilidades. Algunas las avalaron, fomentaron y otras las dejaron fluir. Podríamos nombrar el velorio de Maradona, la marcha por el día de la militancia, los pañuelos verdes y celestes en el Congreso. Los, piquetes y protestas de movimientos sociales, cuyos referentes son parte del loteado Ministerio de Desarrollo Social de La Nación, la falta de controles de aforos en bares y boliches, la incapacidad de evitar las fiestas clandestinas a lo largo y ancho de la Provincia. Y la decisión de mantener libre el turismo en Semana Santa.

La bomba se fue armando frente a las narices de un Estado ausente. Un Estado que no supo o no quiso evitar estas irresponsabilidades, que favorecieron la libre circulación del virus. Especialmente en el conurbano bonaerense o la zona AMBA, donde el Covid se mueve como pez en el agua.

Así llegamos a la segunda/tercera ola, con un nuevo D.N.U que impone restricciones y un virtual toque de queda desde las 20 a 06. Como si el virus solo contagiase de noche.

Entre estas nuevas restricciones una en particular desato la ira en el “chat de las mamis del cole”. Bronca que se fue replicando, se extendió como reguero de pólvora, a lo largo y ancho de la Provincia.

Las mamis y los papis del chat quedaron atónitos ante el anuncio de la suspensión de clases y el regreso a la virtualidad. Fue tanta la sorpresa e indignación que se organizaron rápidamente para presentarle pelea al mismísimo Baradel, considerado por muchos como el artífice del cierre de los colegios.

Desde el mismo día del anuncio hubo cacerolazos y protestas, que se repitieron durante el fin de semana en la Quinta de Olivos y en las principales ciudades de la provincia. La consigna es la misma en todas las protestas: “Baradel: con los chicos no”, “La escuela no contagia”, “Kiciloff abrí las escuelas, queremos estudiar” y otras muy duras contra los gremios docentes, el gobernador y los Fernández.

Además de las protestas, en el GBA se sumaron los pedidos a la justicia de los intendentes opositores, colegios privados y padres para que no se suspenda la presencialidad en los colegios.

Algo que no cayó nada bien en las oficinas de Gobernación, ni en los gremios docentes. La primera respuesta de la calle 6 fue amenazar con sacarle la habilitación y los subsidios a los colegios que abran sus puertas. Los gremios docentes no se quedaron atrás (justamente no nos referimos a los reclamos salariales, ahí si quedaron muy atrás y en silencio): amenazan con paros y la extensión de la virtualidad más allá del 30 de abril.

¿Pueden los gremios, en especial los de educación, manejar a su antojo la gestión de esa área en una provincia? La lógica indicaría que no. Pero en Buenos Aires hace más de dos décadas que los sindicatos de docentes estatales conducen desde primeras y segundas líneas las directrices de la política educativa. Así está el sistema: los resultados de las evaluaciones estándares arrojan resultados cada vez más bajos. La profesión está desprestigiada y las familias intentan huir como pueden de las escuelas públicas.

Los mansos se cansaron. El chat de mamis se rebeló. Los gastronómicos piden que no haya más sillas dadas vueltas. El personal de salud está agotado y se sienten desprotegidos después de que los acusaran de haberse relajado. Todos reclamos legítimos.

Mientras ellos reclaman ven como en la vereda de enfrente se robaron, con la vacunación VIP y otras irregularidades de la campaña de inmunización, la esperanza de millones de Argentinos.

Los atormenta que para el Gobierno la prioridad sea el futbol, por sobre la educación y la salud

Se cansaron de viajar como ganado en el transporte público. Y que después de un año la única idea brillante de los funcionarios del área sea trabar las ventanas para que queden siempre abiertas.

Quieren un Estado con pantalones largos que se haga cargo de sus errores.

Los mansos y las mamis del cole quieren volver a la cotidianidad de sus vidas, por más que en estos tiempos del Covid, parezca algo lejano.

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