NAHUEL PÉREZ BISCAYART

Tuvo premio en San Sebastián, y en el escenario denunció la política anticultura de Milei

El actor premiado se pronunció contra las medidas de Javier Milei en su discurso en el Festival de San Sebastián, defendiendo la importancia del cine nacional

En la 72º edición del prestigioso Festival de San Sebastián, las luces de las cámaras no solo apuntaron a las estrellas del cine internacional, sino también a las declaraciones que retumbaron como un eco de resistencia en tiempos de turbulencia política. Uno de esos momentos fue protagonizado por el actor argentino Nahuel Pérez Biscayart, quien, tras recibir el premio “Horizontes Latinos” por su papel en la película El jockey, lanzó un feroz discurso contra el gobierno del presidente Javier Milei, dejando a la audiencia atónita y al mundo del cine reflexionando sobre la situación de la cultura en Argentina.

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EN TONO AMABLE, UN DISCURSO FEROZ

La atmósfera en la sala cambió en el instante en que Pérez Biscayart subió al escenario. Con la estatuilla en una mano y la convicción en la otra, el actor tomó el micrófono y, en lugar de limitarse a los agradecimientos de rigor, decidió utilizar ese momento para hablar sobre algo mucho más grande que él mismo: la defensa del cine y la cultura nacional.

“Se creen muy pillos”, comenzó, mirando al público, con un tono que más que la felicidad de haber ganado el premio, mezclaba frustración y desafío.

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El discurso no fue solo un ataque directo hacia las políticas de Milei, sino una defensa apasionada del arte en su forma más pura.

Hizo hincapié en la importancia de la industria cinematográfica argentina, que, según explicó, se encuentra en peligro bajo las medidas del gobierno actual.

“Gracias a las películas que me hicieron actor las hice en Argentina y tuvieron apoyo del INCAA. Si pude ser actor es porque mi país cree en la fantasía y se armaron estructuras para que esas fantasías puedan ser plasmadas, como la ley del cine”

“Nos están quitando las herramientas para contar nuestras historias”, dijo luego con voz firme, mientras el público lo observaba en silencio, consciente del peso de cada palabra. “Se creen militantes de la libertad, pero detrás del autoengaño y el odio que profesan no hay libertad, solo una profunda soledad, pero no nos van a destruir”. En ese instante, sus palabras trascendieron el evento y se convirtieron en una declaración política, un grito de resistencia.

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DARDOS TELEDIRIGIDOS A MILEI

La película El jockey, dirigida por el cineasta Luis Ortega y coprotagonizada por Úrsula Corberó, había sido una de las grandes favoritas en el festival.

Sin embargo, el foco no solo estaba en la calidad de la obra, sino en el contexto en el que el cine argentino intenta sobrevivir. Bajo el mandato de Milei, muchos actores y directores alzan la voz en contra de lo que consideran una desfinanciación deliberada de la cultura. Pérez Biscayart se sumó a esa ola de críticas, aprovechando uno de los escenarios más importantes del cine del mundo para hacer oír su denuncia.

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El actor, conocido por su sensibilidad tanto en la pantalla como fuera de ella, no se quedó corto en sus críticas. En un tramo particularmente emotivo de su discurso, mencionó la importancia del cine como herramienta de cambio social.

“El cine no es solo entretenimiento. Es un espejo de nuestra realidad, una forma de entendernos a nosotros mismos, de enfrentar nuestras heridas, de celebrar nuestras victorias. Y ahora, nos están robando ese espejo”, dijo con un nudo en la garganta, mientras la audiencia comenzaba a aplaudir con fervor.

El momento culminó con una ovación, pero el eco de sus palabras siguió retumbando mucho después de que las luces se apagaron. Pérez Biscayart había lanzado un dardo directo al corazón de las políticas (anti) culturales del gobierno de Milei, en un escenario internacional que no solo le dio visibilidad a su talento actoral, sino a su compromiso con la cultura de su país.

LA RESISTENCIA SOBRE EL ESCENARIO

La intervención de Pérez Biscayart en San Sebastián no fue un simple acto de rebeldía. Fue una reafirmación del poder del arte para desafiar a los sistemas, para confrontar a quienes intentan desmantelar lo que tanto esfuerzo costó construir.

Su discurso se suma a una creciente resistencia entre los artistas, quienes, al igual que él, no piensan bajar los brazos frente a lo que consideran un ataque frontal contra la cultura nacional.

Las cámaras se apagaron, pero el mensaje quedó encendido: el cine, como la cultura, es resistencia. Y Nahuel Pérez Biscayart lo dejó muy claro, ante los ojos del mundo.

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