El economista Martín Pollera, exdirector del Banco Nación e integrante del Grupo Atenas, trazó un diagnóstico contundente sobre la crisis cambiaria que atraviesa la Argentina. En diálogo con Albino Aguirre, en el ciclo Alguien me dijo de INFOCIELO Play, advirtió que la estrategia oficial para llegar con el dólar planchado a las elecciones “ya se rompió” y que el Gobierno enfrenta “una corrida que no sabemos cuántos días va a durar”.
Para Pollera, la presión sobre el tipo de cambio es consecuencia directa de un modelo que apostó a contener el dólar sin acumular reservas ni fortalecer la macroeconomía. “El Gobierno aspiraba a que la devaluación no se traslade a precios, pero no lo está logrando. Eso que llaman transmitir tranquilidad, en realidad es nerviosismo”, afirmó.
La mecánica de la corrida
El exfuncionario explicó que la actual corrida tiene raíces financieras y productivas. Por un lado, mencionó el efecto de las licitaciones de deuda en pesos a tasas cada vez más altas: “En la última licitación pagaron 65% cuando hace tres semanas estaban en 31 o 32%. Todos esos pesos que quedaron dando vuelta pasaron rápidamente a dólares”.
Por otro lado, apuntó a la retención de divisas por parte del agro, que espera la baja de retenciones anunciada por el Gobierno. “Mientras el precio internacional siga planchado, no hay incentivo para liquidar”, dijo. Según Pollera, el oficialismo parece dejar flotar el tipo de cambio para forzar las ventas, pero eso “es un riesgo grande” y no garantiza un cambio de tendencia en el corto plazo.
También advirtió sobre un frente de vulnerabilidad extra: la deuda en pesos. “Aún pagando tasas altísimas, el Gobierno no logra renovar el total de los vencimientos. Esos pesos que quedan sueltos van al dólar, y en un país sin reservas, el impacto es inmediato”, explicó.
El relato y la realidad
Pollera contrastó el discurso optimista del oficialismo con lo que ocurre en los hogares. “El consumo está paralizado. Las familias arrancan el mes pagando servicios, alquiler, colegio, y se quedan sin resto antes del día 10”, señaló.
Incluso en los meses en los que los salarios le ganan a la inflación medida por el IPC, el economista advierte que la canasta subestima el peso de servicios públicos como luz y gas. “Cuando te aumentan fuerte la luz o el gas, baja tu ingreso disponible y no hay rebusque que lo compense”, sostuvo.
A su juicio, el crecimiento que el Gobierno exhibe como logro se basa en un “rebote estadístico” sobre la baja base del año pasado y se concentra en sectores que no son grandes generadores de empleo. “En supermercados hay promociones porque no se vende. Muchos productos se rematan antes de vencer”, graficó.
Pollera comparó la situación actual con experiencias previas de atraso cambiario: “Cada vez duran menos porque el país tiene menos reservas y más deuda”. En ese marco, describió un patrón de comportamiento de los hogares con capacidad de ahorro: “Se apuran a viajar o a comprar bienes durables porque saben que el modelo no es sostenible. Es como una ‘puerta 12’: todos quieren salir al mismo tiempo”.
Como ejemplo, mencionó que el turismo emisivo creció un 25% en el semestre, en parte por el atraso cambiario y por la percepción de que no es posible planificar un viaje al exterior para el año próximo con el mismo tipo de cambio. “El dólar atrasado dura un tiempo, después no se sabe”, afirmó.
La contradicción de la baja de impuestos con más obras
En otro tramo, Pollera cuestionó la lógica de sectores que piden baja o eliminación de tributos y al mismo tiempo reclaman grandes obras públicas. “Hay que discutir en serio la consistencia de un modelo donde el Estado no puede recaudar pero tiene que financiar infraestructura y servicios”, planteó.
Incluso, advirtió que el debate tributario debe ir de la mano de un replanteo sobre el uso de las exenciones fiscales: “Hay empresas que reciben beneficios con el argumento de que generan un impacto macroeconómico, pero que no lo demuestran. Ahí hay que revisar todo”.
El economista sostuvo que la crisis no se resuelve solo con diagnósticos: “No alcanza con relatar el mal momento; la sociedad espera propuestas”. En ese sentido, dijo que el peronismo debe animarse a discutir temas que considera “tabú”: equilibrio fiscal, reforma tributaria progresiva, simplificación impositiva y actualización de convenios laborales y del sistema previsional.
“Si el peronismo no da estos debates, los da la derecha a costa de los trabajadores”, enfatizó. También defendió que un Estado más eficiente no implica ajuste regresivo, sino reorganizar gastos y orientar recursos hacia sectores estratégicos.
Para las pymes, propuso coordinar la política tributaria y aprovechar la digitalización para simplificar la carga administrativa: “Hoy una pyme paga casi 20 tributos distintos entre nación, provincias y municipios. No hay excusa para no ordenar eso”.
La oportunidad y el consenso que faltan
Pollera llamó a pensar la macroeconomía en función de un modelo productivo definido, como hicieron países asiáticos que lograron crecer de forma sostenida. “Argentina tiene minería, energía, diversidad climática, y un mundo que demanda lo que podemos ofrecer. Pero sin una estrategia común, vamos a seguir oscilando entre extremos”, advirtió.
En su visión, es clave alcanzar consensos básicos para evitar cambios bruscos de rumbo: “No podemos pasar de abrir importaciones a cerrarlas, de tipo de cambio alto a bajo, de tener reservas a no tenerlas. Hay que definir el perfil productivo que queremos y sostenerlo”.
De cara a los próximos meses, Pollera advirtió que la combinación de corrida cambiaria, vencimientos de deuda y ausencia de dólares del agro en la parte final del año es un escenario crítico. “Ya no hay más conejos en la galera. El desafío es llegar sin un nuevo sacudón, pero con este esquema, la luz amarilla está encendida”, alertó.
Finalmente, rechazó la idea oficial de un “riesgo Cuca” para justificar eventuales turbulencias: “Durante los gobiernos de Cristina Kirchner, el riesgo país era un tercio del actual. No aplica ese argumento”. Y cerró con una advertencia política: “La dirigencia tiene que estar a la altura para plantear, frente a la sociedad, cuál es el modelo de desarrollo que quiere. Sin eso, cualquier plan económico está condenado a repetirse y fracasar”.